Comentario al Evangelio

Evangelio y lecturas de la Misa del domingo 1 de septiembre 2024

Estas son las Lecturas, el Salmo y el Evangelio de la Misa dominical del 1 de septiembre 2024. ¡Conócelas!

Lecturas y Evangelio del 1 de septiembre de 2024

  • Primera Lectura: del libro de Deuteronomio (4, 1-2. 6-8).
  • Salmo: (14, 2-3a. 3bc-4ab. 5).
  • Segunda Lectura: de la carta del Apóstol Santiago (1, 17-18. 21b-22. 27).
  • Evangelio del día: Evangelio según San Marcos (7, 1-8. 14-15. 21-23).

Primera Lectura

Lectura del libro del Deuteronomio (4, 1-2. 6-8)

Moisés habló al pueblo, diciendo: “Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar. No añadáis nada a lo que os mando ni suprimáis nada; así cumpliréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy. Ponedlos por obra, que ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos ellos, dirán: ‘Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente’. Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo invocamos? Y, ¿cuál es la gran nación, cuyos mandatos y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy os doy?”.
Palabra de Dios

Salmo

Salmo (14, 2-3a. 3bc-4ab. 5)

R/. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.

El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.

El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del Apóstol Santiago (1, 17-18. 21b-22. 27)

Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en el cual no hay fases ni períodos de sombra. Por propia iniciativa, con la palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas. Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.
Palabra de Dios

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Marcos (7, 1-8. 14-15. 21-23)

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas).

Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?”.

Él les contestó: “Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos’. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”.

Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: “Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro”.
Palabra del Señor

Comentario al Evangelio: Tradiciones de los hombres

Las tradiciones son necesarias en la vida del ser humano. No sólo le otorgan a nuestra existencia un ritmo; también constituyen referentes identitarios de nuestra comunidad. Sin tradición, no hay cultura, no hay educación, no hay memoria, no hay sentido, no hay posibilidad de recreación y de plantear futuro. Pero las tradiciones pueden instalarse también en la simple repetición, perdiendo su significado. En ocasiones, incluso, podemos aferrarnos a ellas como si nos fuéramos a diluir en el caso de transformarlas. Eso es tradicionalismo. 

Es verdad que existe el otro peligro. El de olvidar las tradiciones. El de suponer que podemos prescindir de ellas, y lanzarnos hacia delante con la certeza de que todo lo nuevo, por el hecho mismo de su originalidad, es lo mejor. Y esto es un error. Las tradiciones salvaguardan una sabiduría acumulada por la experiencia, tanto personal como comunitaria. Cambiar por cambiar puede significar también sacrificar la identidad y perder el rumbo. 

Jesús se manifiesta libre frente a las tradiciones. Y critica duramente a quienes se aferran a ellas. El evangelista explica a sus destinatarios –no judíos– las observancias del pueblo elegido, especialmente de los judíos, pero también muestra que se trata de prácticas secundarias. Pueden tener su valor higiénico, e incluso religioso, pero también pueden volverse referentes de intransigencia y reclamo de parte de quienes de pronto descubren que no se acatan escrupulosamente. 

La crítica de Jesús no niega el valor de las tradiciones. Pero las reconduce a su raíz. Las prácticas por sí mismas pueden ser simples tradiciones de los hombres. Lo que deben cumplir todos con cuidado se refiere al mandamiento de Dios, que ciertamente se les ha transmitido como tradición, pero que proviene del mismo Señor. 

Y su explicación va más lejos. Interpela la conciencia y la profundidad del ser humano. Las prácticas higiénicas del cuerpo son importantes. Pero mucho más lo es la limpieza interior. Lo que nos mancha verdaderamente proviene del interior. Y presenta entonces un elenco de faltas mayores, poniendo en evidencia que salen de dentro del hombre. Y ello debe ser lo fundamental a la hora de definir la bondad de las acciones. 

P. Julian López Amozurrutia

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