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Evangelio 20 agosto 2023: ¡Qué grande es tu fe!

18 agosto, 2023

Evangelio según san Mateo (Mt 15, 21-28)

En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: “Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. Él les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.

Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!” Él le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

Insistir con gran fe

El Evangelio de este domingo se sitúa cerca del lugar donde transcurrió la infancia de Jesús. Al final del capítulo 13, Mateo menciona que el Maestro va a su tierra, a Galilea. Entre Genesaret y Canán suceden los milagros que veremos.

Pierre Bonnard señala que el Evangelio de Mateo va dirigido a judeo-cristianos, a personas que hacia el 80 d.C. dilucidaban el nuevo mensaje. Descubrirán que el Reino de los Cielos, predicado por Jesús, no iba dirigido sólo a la estirpe de Israel, sino que por la fe abría sus puertas a todo aquel que proclamase a Jesús como el Señor.

De hecho, de la cananea hoy escuchamos un título, le llama: “Señor, Hijo de David” (versículo 22). Ésta no es una palabra sin importancia, y menos al provenir de una mujer considerada “pagana”. Hemos escuchado también algunas de las palabras más duras del Mesías: “… no he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel… No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos”.



El comentario de Bonnard, sugiere que se quiere dejar en claro que una persona a la que no correspondía (por estirpe) participar de las promesas del Reino predicado por Jesús, consigue esa benevolencia por su insistencia, por lo grande de su fe.

En una parroquia en la que estuve, una señora me empezó a pedir con insistencia que pidiera por la salud de su hijo. Eran personas no muy cercanas a la Iglesia.

Al inicio, pensé: ‘Hay quienes sólo se acercan a Dios cuando sienten la tempestad’. Sin embargo, al pensar en este evangelio, no me puede quitar de la mente a aquella familia, que tal vez no eran muy cercanos a la parroquia, pero su insistencia logró de Dios lo que tanto le pedían: el restablecimiento de su hijo.

No cabe duda: quien le insiste a Dios con grande fe, puede obtener honestamente lo que de Él requiere.

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