Tres orientaciones para una Iglesia en comunión, sinodal y misionera
El Arzobispo Primado de México expone el resultado del Consejo Episcopal arquidiocesano.
“Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz”. (Ef 4, 2)
Del 10 al 14 de agosto, Dios nos concedió, al Consejo Episcopal de nuestra Arquidiócesis Primada de México, vivir un momento eclesial muy significativo al compartir una semana de reflexión.
Vicarios episcopales, territoriales y funcionales, representantes de la Curia y de los Seminarios, junto con los Obispos auxiliares y un servidor, escuchamos y compartimos la realidad de cada Zona Pastoral, la Curia, el Seminario y las Vicarías Funcionales.
De cada una de estas instancias reconocimos tanto las dificultades, que han vivido en estos tiempos de pandemia, como las respuestas creativas y generosas desarrolladas por muchos Laicos, Agentes de Pastoral, Miembros de la Vida Consagrada, conducidos por los Presbíteros; asimismo, advertimos los retos que se avecinan.
Este primer momento de escucha manifestó que nuestra Iglesia, a pesar de estar en confinamiento, sigue viva, comprometida con los más necesitados y dispuesta a cumplir su misión evangelizadora.
Orientaciones pastorales
En la reunión compartí algunas orientaciones pastorales, que considero fundamentales para comprender las renovaciones estructurales que se han realizado en los últimos años, y para preparar la próxima visita pastoral que, si Dios permite, comenzará a mediados del próximo año.
En las próximas semanas, quienes asistimos a este encuentro trabajaremos en aterrizar lo analizado en un documento, que guíe nuestro camino en el futuro inmediato, y que incluya las lecciones aprendidas durante la crisis por la epidemia COVID-19.
Las Orientaciones Pastorales están inspiradas en las tres características de la nueva Evangelización: nueva en su ardor, nueva en su método, y nueva en sus expresiones; la vivencia de estas tres características nos conducirán a la conversión pastoral y misionera, que ha indicado el Papa Francisco como camino a seguir, para que en el Siglo XXI, la Iglesia de Jesucristo, el Señor de la Historia, sea fiel al designio de Dios Padre. La finalidad de las Orientaciones Pastorales es motivar, disponer, e impulsar al Pueblo de Dios, que peregrina en nuestra querida Arquidiócesis, y responder a las exigencias que el Cambio de Época está exigiendo.
La primera orientación recuerda la espiritualidad de la comunión como el nuevo ardor, indicado por San Juan Pablo II. Nuestra fidelidad dependerá de esta espiritualidad, que hemos de convertir en principio educativo para hacer de la Iglesia Casa y Escuela de la comunión (cf. NMI 43 y 45).
Solo cuando comprendamos nuestra misión desde la doble comunión, con Dios y con los hermanos, a la que desde la creación somos llamados, aprenderemos a ver con los ojos de Dios Padre el mundo en que vivimos, y descubriremos la gran misión que Cristo ha confiado a la Iglesia: hacer presente el Reino de Dios proclamado e iniciado con la Encarnación del Verbo para redimir al mundo, transmitiéndolo mediante una Iglesia, Casa y Escuela de comunión.
La segunda orientación, retomando la indicación del Papa Francisco, consiste en proponer la sinodalidad como el método pastoral. La Iglesia es esencialmente sinodal, y lo debe expresar mediante la escucha recíproca, el discernimiento eclesial, y asumiendo las decisiones de la autoridad competente en la acción.
Escuchar a todos para recabar la visión de la realidad en sus diferentes niveles. Reconocer e interpretar el Cambio de Época, para descubrir la Voz de Dios en los acontecimientos. Discernir lo que Dios quiere y lo que no quiere de su Iglesia hoy en el servicio a la humanidad. Este discernimiento exige como criterio fundamental el modelo de Jesucristo como camino, verdad, y vida. Finalmente, el método nos pide hacer vida, juntos como Iglesia, aquello que hemos discernido y decidido.
Como ven, la sinodalidad a la que invita el papa Francisco nos lleva a vivir el método ver, juzgar y actuar con la convicción de que es el mismo Espíritu de Dios, quien unge a laicos y pastores para caminar juntos en el cumplimiento fiel de nuestra misión.
La tercera orientación señala la necesidad de descubrir nuevas expresiones que impulsen una Iglesia en salida, en misión permanente. La salida misionera no es un desborde activista, más bien es consecuencia de la convicción, que todo cristiano es un sacramento del amor de Dios, un amor que siempre esta saliendo a encontrarse con la humanidad, ahí donde más necesita su consuelo y misericordia.
Por lo tanto, todo miembro del Pueblo de Dios está llamado a evangelizar los ambientes en donde desarrolle su vida; para ello ha de auxiliarlo la Iglesia mediante sus estructuras pastorales.
Renovar nuestras estructuras pastorales
Para cumplir nuestra misión necesitamos renovar nuestras estructuras pastorales para que sean promotoras de esta evangelización en salida. La pastoral de ambientes ha de acompañar a los laicos en medio del mundo (Vocación primaria del laico); la pastoral por línea de vida ha de ofrecer un proceso formativo permanente del cristiano, para ser el discípulo misionero, que reconoce su pertenencia en la comunidad eclesial.
Hemos de promover el protagonismo del Decanato para la comunión y coordinación pastoral; también las Unidades pastorales como recurso para un mejor servicio, atención, y participación en las comunidades, y una mejor coordinación de los agentes de pastoral. Las parroquias personales acercarán el servicio de la Iglesia a los fieles, que tiene dificultad de acudir con frecuencia a su parroquia territorial.
Estas tres orientaciones: el nuevo ardor que impulsa la espiritualidad de comunión; el nuevo método sinodal que resalta la unción del Espíritu como animador de todo nuestro proceso pastoral; y las nuevas expresiones que han de propiciar nuestro dinamismo misionero y en salida, buscan promover la conversión pastoral.
La conversión pastoral complementa la conversión personal, y ambas se enriquecen e impulsan a cambiar, lo que sea necesario, para seguir con fidelidad a Cristo, e instaurar los valores del Reino en el ambiente donde vivimos.
Con mucha esperanza he vivido este encuentro con los colaboradores que me auxilian en la conducción pastoral de nuestra Iglesia particular. Ha sido una experiencia muy enriquecedora escuchar sus inquietudes, y la realidad vivida en estos meses de pandemia; aclarar sus dudas, explicar las orientaciones con las que deseo guíen la porción del Pueblo de Dios que les corresponde; y finalmente, orar juntos implorando a Dios nos conceda el Espíritu Santo para que guíe nuestros pasos y haga fecundos nuestros esfuerzos.
A Nuestra Madre, María de Guadalupe encomiendo las tareas propuestas durante esta semana del Consejo Episcopal y los siguientes pasos que daremos juntos, en favor de nuestra querida Arquidiócesis. Con la confianza en su intercesión y maternal protección los animo a todos a caminar con esperanza, esforzándonos por mantener la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz (Ef 4, 2).