Columna invitada

Testimonio de un hombre emprendedor y de gran corazón

En 1941, un joven estudiante de primer año de la carrera de ingeniería civil de la UANL, quien contaba con 16 años de edad, fotografiaba los avances de la construcción de un templo vanguardista que se erigía imponente en Monterrey, N.L., hecho con materiales propios de la ciudad, hierro, cemento y vidrio, y que ganaría, años más tarde (1946) el concurso nacional de Arquitectura. Dichas fotos, gracias a su esposa, Doña Blanca Laura Uribe, hoy conservamos.

Ese joven, de nombre Hernán Rocha Garza, más tarde se iría a estudiar a la Universidad de Massachussets. Y posteriormente, se convertiría en un prominente empresario de la sultana del norte. El ingeniero Hernán Rocha, fue jefe de mi papá, Ildefonso Miranda Miranda, por muchos años, tanto en la tienda Salinas y Rocha, como en la empresa Lámina Desplegada. Conocí el nombre de Hernán Rocha, desde mi niñez, por las anécdotas de trabajo y viajes, que contaba mi papá; y más tarde, ya de joven, yo mismo conocí el corazón del ingeniero, al darme cuenta del gentil y digno trato que prodigaba a mi papá, que iba avanzando en edad.

 

Cuando fui a bendecir, en el 2016, una nueva planta de Lámina Desplegada en Santa Catarina (me acompañó mi papá), hablé a los muchos trabajadores de esta noble empresa, identificándome inmediatamente con ellos y sus familias, al recibir también nosotros, mi papá, mi mamá y mis hermanos: educación, salud y sustento.

Sería el ingeniero Hernán Rocha Garza, y después su querida familia, quien, al paso de muchas décadas, han dado trabajo y sacado adelante a miles de familias regiomontanas, entre las que mi familia, providencialmente se cuenta.

Por gracia de Dios, llevo 8 años y medio, celebrando la misa los domingos, en la Iglesia que fotografió este joven, hoy, Basílica de la Purísima de Monterrey.

Hace unas semanas, el 7 de enero de 2023, tuve la fortuna de celebrar la misa en honor de este notable hombre, Hernán Rocha Garza, ante su partida al encuentro gozoso con Dios, nuestro Padre, a la edad de 97 años.

Descanse en Paz.

 

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

 

Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola

Es Obispo de la diócesis de Piedras Negras

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