Regreso a clases
¿Por el bien de los niños y jóvenes es imprescindible el regreso a clases, pero, ¿cuál es la prisa, y por qué después de que fue un tema tan abandonado?
Consuelo Mendoza es conferencista y la presidenta de la Alianza Iberoamericana de la Familia. Es la primera mujer que ha presidido la Unión Nacional de Padres de Familia, a nivel estatal en Jalisco (2001 – 2008) y después a nivel nacional (2009 – 2017). Estudió la licenciatura en Derecho en la UNAM, licenciatura en Ciencias de la Educación en el Instituto de Enlaces Educativos, maestría de Ciencias de la Educación en la Universidad de Santiago de Compostela España y maestría en Neurocognición y Aprendizaje en el Instituto de Enlaces Educativos.
Cuando el Covid llegó en el 2020, el mundo quedó casi paralizado; en un momento nos cambió la vida y la manera de vivirla ante el temor al virus desconocido y por las medidas de confinamiento que debieron aplicarse para proteger a la población de un posible contagio, e incluso de la muerte.
La educación escolar no fue la excepción. Al quedar suspendida, según datos de la UNICEF, afectó aproximadamente al 91% de los estudiantes a nivel mundial, provocando un brutal cambio en sus vidas, afectando su bienestar e interrumpiendo el aprendizaje formal.
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Desde entonces, muchos gobiernos comenzaron a estudiar y a trabajar en la mejor manera de apresurar el regreso a clases para reintegrar a los niños y jóvenes a las aulas, sin correr riesgos innecesarios. “No se trata simplemente de reabrir las escuelas, sino de reabrir mejores escuelas”, dice UNICEF en su publicación de agosto del 2020.
Afirma también que “A medida que las escuelas abren sus puertas en algunos países, las estaciones para el lavado de las manos, el distanciamiento físico, el uso de mascarilla y la comprobación de la temperatura se están integrando en la vida escolar”.
La OCDE también ha emitido algunas recomendaciones para que los estudiantes puedan reintegrarse a sus escuelas y al mundo del aprendizaje como: evaluar los riesgos laborales del profesorado, desarrollar protocolos claros de distancia social y seguridad sanitaria, asegurar una constante y adecuada formación para el profesorado y realizarles PCR antes del inicio de clases para asegurar que no haya contagios desde el inicio.
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Para muchos países, la educación ha sido una de las grandes prioridades y han logrado desarrollar protocolos estrictos para aminorar el daño causado a toda una generación escolar, y lo han ido logrando gracias a la coordinación del gobierno, directores, maestros y padres de familia.
En México desafortunadamente no ha sido así, y aunque se han reabierto comercios, restaurantes, plazas, estadios, casinos… las escuelas han permanecido cerradas, según la encuesta realizada por el INEGI para medir el impacto de la pandemia, y hoy la deserción escolar asciende a más de 5 millones de estudiantes.
El estado de muchos planteles anterior a la pandemia ya era preocupante, así lo hace constar el documento Políticas para fortalecer la infraestructura escolar en México, de diciembre del 2018, del extinto Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) en el que afirma que 17 millones de estudiantes y 750 mil maestros asistían ya a la escuela con carencias: 29% de las escuelas primarias presentaban problemas estructurales, 2% daño estructural, 66% algún tipo de carencia y solamente el 3% estaban en condiciones óptimas.
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Si durante la pandemia las escuelas han permanecido cerradas, sin recibir mantenimiento y muchas de ellas vandalizadas, es de esperarse que las condiciones en que se encuentran es mucho más grave que en el 2018, y no reúnen las condiciones necesarias para recibir nuevamente a los alumnos ante la intempestiva decisión del gobierno para abrirlas a partir del 7 de junio.
Por supuesto que por el bien de los niños y jóvenes, y por el bien de México, es imprescindible el regreso a clases, pero me pregunto: ¿cuál es la prisa y por qué después de que fue un tema abandonado?
Clases presenciales, ¡sí! Pero antes hay que verificar que las instalaciones garanticen la seguridad de maestros y alumnos, que sean accesibles, que estén equipadas con lo necesario, que tengan electricidad, agua potable, baños y todo lo necesario para que sean salubres y no focos de infección.
Y además de todo lo materialmente necesario, debe existir un plan elaborado por especialistas y transmitido a todos los docentes para recibir a los alumnos que, después de un difícil trance en el que quizá sufrieron violencia intrafamiliar, o perdieron a un ser querido, hoy carecen de hábitos de estudio, de entusiasmo y los estímulos necesarios para seguir adelante con su formación académica.
Nuestros niños y jóvenes, nuestros hijos, son los futuros ciudadanos y merecen mucho más que el ser nuevamente víctimas de juegos políticos. Ellos son el futuro de México y no debemos permanecer indiferentes ante las decisiones que afecten su derecho a una educación de calidad.
Consuelo Mendoza García es ex presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia y presidenta de Alianza Iberoamericana de la Familia.
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