Madre compasiva, Perfecta Siempre Virgen Santa María, Madre del Verdadero Dios por quien se vive, Madre del Creador, Madre del Dueño de la cercanía y de la inmediación, Madre del Dueño del Cielo, Madre del Dueño de la Tierra (…)
Tú prometiste al más pequeño de tus hijos, a nuestro amado Juanito, Juan Dieguito, que darías todo tu amor personal, tu mirada compasiva, tu auxilio, tu salvación a toda la gente, a todos los hombres de la tierra, a tus amadores, a quienes a ti clamen, a quienes te busquen, a los que en ti confíen (…)
Tú prometiste que escucharías nuestro llanto, nuestra tristeza, para remediar, para curar todas nuestras penas, nuestras miserias, nuestros dolores; para realizar lo que pretende tu compasiva mirada misericordiosa (…)
Tú prometiste que nos escucharías con calma y bien, desde el principio; que verías por lo que has venido, porque ese es tu deseo, tu voluntad, tu aliento, tu palabra, tu querer (…)
Tú prometiste que mucho agradecerías, que pagarías, que enriquecerías, que glorificarías, que compensarías el servicio, el cuidado, el trabajo, el cansancio emprendido, lo que estuviera de nuestra parte para que seas escuchada, para que se haga tu voluntad (…)
Tú dijiste que es nada lo que nos aflige; que no se perturbe nuestro rostro, nuestro corazón; que no temiéramos la enfermedad ni ninguna otra cosa punzante o aflictiva; que no nos apriete con pena la enfermedad (…)
Tú nos dijiste: “¿No estoy aquí, yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?
Por eso, Santísima Madre, yo voy a ti, yo me dirijo a ti, y es en ti en quien deposito mi confianza para que me auxilies, para que me socorras, para que me ayudes en esta necesidad que lastima y entristece mi corazón.
Madre Santísima, Mi Señora, Señora Mía, Señora Niña, Muchachita Mía, Mi Muchachita, Hija Mía la Menor, Hija Mía la Más Pequeña, Niña Mía, Niña Celestial, Mi Jovencita, Reina del Cielo, Virgencita Mía, Señora mi Ama, Santa María, Niña Reina del Tepeyac, al igual que a Juanito, a Juan Dieguito, tu hijo el menor, te pido de todo corazón, mucho te suplico que escuches mi ruego, que escuches mi plegaria, que atiendas mi necesidad.
Te lo pido por la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, Tu Amadísimo Hijo, que fue derramada por todos nosotros como un acto de profundo amor. Así sea.
* Plegaria creada por este autor, tomada del diálogo entre Nuestra Santísima Virgen de Guadalupe y Juan Diago, en el Cerro del Tepeyac, de acuerdo con el texto Nican Mopohua.
Usted puede escribir con Elmer en:
X: @elmerando
Facebook: elmerancona
*Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la Fe.
El feminismo, una corriente filosófica y social que busca la igualdad de derechos y oportunidades…
“Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de…
El 29 de diciembre iniciaremos el Año Jubilar 2025 en las diócesis del mundo, con…
Lo que empezó en los años 20 del siglo pasado como una causa homicida, al…
‘¡Viva Cristo Rey!’ Hagamos nuestra esta frase, no como grito de guerra, sino como expresión…
El Vaticano publicó la segunda edición del libro litúrgico que contiene las instrucciones relacionadas con…
Esta web usa cookies.