El paso de las llamadas caravanas migrantes por el territorio nacional hizo que los albergues, parroquias y centros de atención redoblaran sus esfuerzos, con apoyo de un sector de la sociedad que se movilizó para ayudar a nuestros hermanos centroamericanos.
Pero también, en las últimas semanas hemos visto con tristeza diversas muestras de racismo y discriminación contra los integrantes de las caravanas. Son sentimientos que estaban escondidos entre los mexicanos.
Los hermanos migrantes han salido de su país dejando todo: su familia, sus raíces, su tierra y sus costumbres, sin saber si algún día podrán regresar o si morirán en el intento.
Muchísima gente, por desconocimiento, se ha dejado envenenar con este discurso antiinmigrante olvidando que, detrás de ellos, también vienen miles de nuestros hermanos mexicanos, como los indígenas chiapanecos que huyen de la violencia en sus comunidades, nuestros hermanos del sur del país que salen de sus pueblos porque los sueldos que ahí pueden ganar son miserables.
Ante estas expresiones es importante que nos preguntemos: ¿Dónde está el amor de Dios?, ¿dónde quedó el Evangelio? Los que atacan y critican a los migrantes parecen no tener conciencia y no entender que nuestra ayuda debe tener el rostro de Jesús acercándose al enfermo, y debemos tener siempre presente su mensaje: “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber”.
No olvidemos que Jesús también fue un niño migrante y debió huir de su comunidad para salvar su vida, porque en ese momento Herodes lo quería matar.
En este tema la Iglesia Católica tiene mucho trabajo por delante. La Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado, que se celebra cada año, no es suficiente para atender a los hermanos que huyen de sus comunidades, sin importar su nacionalidad. No se trata de ayudar una vez al año, porque todos los días pasa un migrante.
El éxodo migrante exhibió la falta de voluntad política y de colaboración entre los distintos niveles de gobierno. Muchos de los gobernadores hicieron muy poco para brindar la atención humanitaria que requería la emergencia.
El tema de la migración necesita estar en la agenda del ahora presidente Andrés Manuel López Obrador, y se debe atacar desde la raíz, al atender las carencias que viven los mexicanos en sus lugares de origen, y trabajar de forma coordinada con los mandatarios de los distintos países centroamericanos.
Este fenómeno es resultado de los malos gobiernos locales y nacionales ¿Dónde están los presidentes centroamericanos? Han dicho muy poco respecto a las caravanas y es un problema que les compete directamente a ellos.
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Mientras la violencia, la inseguridad y la pobreza no paren, la migración tampoco lo hará. Los desplazados no buscan el sueño americano sino un trabajo que les permita saciar todas sus necesidades básicas.
Después de 23 años de servicio, a Las Patronas nunca nos ha pasado por la cabeza dejar de hacer lo que hacemos porque los migrantes –mexicanos y centroamericanos- todavía necesitan nuestra ayuda.
En todo este tiempo hemos visto a muchos de ellos morir o perder sus extremidades en La Bestia, como se conoce a la red de ferrocarriles que une al país de sur a norte. Muchos otros han sido asesinados por las bandas criminales o están desaparecidos.
¿Creen que si tuvieran todo en su país lo dejarían para pasar tantas penurias? Todos nosotros somos migrantes.
Así como un día Dios nos invitó a nosotras a levantar la mirada y voltear a ver al tren, ahora nosotras invitamos a la gente a que también voltee la mirada y vea a su prójimo.
*Norma Romero es integrante de Las Patronas, un grupo de mujeres voluntarias de Veracruz que dedica su vida a brindar alimento y asistencia a los migrantes en su paso por esta entidad. Cada día, cuando llega el tren conocido como la Bestia, ofrecen bolsas de comida a los desplazados. Por su labor ganaron el Premio Nacional de Derechos Humanos 2013.
Esta columna forma parte de la edición 10 respuestas que México necesita donde también participanMargarita Zavala, Pedro Kumamoto, Martí Batres, Juan Pablo Castañón, Javier Sicilia, Mario Romo, Monseñor Felipe Arizmendi, el Padre Mario Ángel Flores, y el Cardenal Carlos Aguiar Retes.
Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión, y no necesariamente representa el punto de vista de Desde la fe.
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