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COLUMNA

Columna invitada

La lucha contra los abusos inicia desde el seminario

Los nuevos sacerdotes deberán contribuir a que en la Iglesia se valore más el papel de los laicos, especialmente el de las mujeres.

17 marzo, 2019

Los escándalos por los casos de abuso sexual y de encubrimiento dentro de la Iglesia son una herida que dejará una cicatriz histórica; al mismo tiempo, es un hecho que impulsa a la Iglesia a la conversión y a la transformación, a fin de que siga siendo, cada vez mejor, signo de la presencia y del amor de Dios en medio de la humanidad.

Una de estas transformaciones que se han llevado a cabo en la Arquidiócesis Primada de México es la reestructura del modelo de formación del Seminario Conciliar de México, de la que ya he hablado en este medio anteriormente. Destaca el énfasis que se ha puesto en la selección de aspirantes a ingresar al Seminario: se procura, mediante un proceso de acompañamiento, así como de diagnósticos psicológicos, recibir jóvenes sanos, con un perfil psicoafectivo equilibrado.

Desde el primer año de discernimiento vocacional, se les ofrecen herramientas para su desarrollo humano y espiritual. Posteriormente, en la etapa de discipulado (que dura tres años), se trabaja intensamente en su maduración integral; además de ser apoyados por el Departamento de Desarrollo Humano y de Psicopedagogía (DDHSP) de la Universidad Católica Lumen Gentium (UCLG), el cual está integrado por mujeres y hombres con amplia experiencia profesional.

De manera particular se fomenta en los seminaristas la capacidad de relacionarse con todo tipo de personas de un modo alegre y constructivo, descubriendo que su vocación es un llamado a la predicación de los valores del evangelio, al servicio y a la edificación de comunidades cristianas, en las que prevalezca el respeto y la caridad, así como el interés por contribuir al bien de la sociedad.

En la línea del magisterio del Papa Francisco, se trabaja por erradicar actitudes clericalistas, que consisten en modos de pensar y de interactuar con los demás con tintes elitistas, narcisistas o autoritarios. Antes bien, se les insiste a los seminaristas en la necesidad de ser colaborativos e incluyentes, así como de estar abiertos a la evaluación y a las aportaciones de las mujeres y los hombres de las comunidades donde trabajen.

Vinculado al DDHSP de la Universidad Católica Lumen Gentium, se creó el Departamento de Prevención de Abuso de Menores, con cuya ayuda de se dan a conocer y se siguen los protocolos y las disposiciones de la autoridad civil y de la autoridad eclesiástica respecto a este tema. De modo particular se promueve una cultura de la prevención.

En los cuatro últimos años de formación (después del tiempo de discipulado y de un año de discernimiento), los seminaristas son invitados a seguir desarrollando aptitudes para las relaciones interpersonales y la vida comunitaria, teniendo en cuenta la importancia de respetar la vulnerabilidad del otro y buscar su bien. Durante esta etapa, viven en pequeñas comunidades, en una casa parroquial, bajo la tutela de un sacerdote formador, lo cual permite conocerlos y acompañarlos de modo más cercano.

Las evaluaciones psicológicas no sólo se practican en vistas al ingreso al Seminario, sino que también se prevén evaluaciones intermedias y para la conclusión del proceso formativo.

Todo esto, con el fin de proporcionarle al seminarista herramientas para un sano desarrollo integral, humano y espiritual. En diversos momentos se llevan a cabo escrutinios sobre la idoneidad del seminarista; además, en ciertos momentos, se solicitan testimonios por parte de algunos miembros de las comunidades donde han trabajado, así como testimonios de sus compañeros de formación.

Con estas y otras medidas se trabaja por formar sacerdotes maduros, equilibrados, alegres, con una gran disposición de servicio.

Estos sacerdotes deberán contribuir a que en la Iglesia se valore más el papel de los laicos, especialmente el de las mujeres; a que la Iglesia abra más espacios para el trabajo colaborativo y la toma de decisiones en común; a que haya una mayor actitud de salida, de encuentro con los demás, de cuidado y atención a los más desprotegidos, evitando tendencias ególatras y autojustificatorias; a que el trato amable y humilde sea un signo del amor de Cristo, Buen Pastor.

*El padre Federico Altbach es rector del Seminario Conciliar de México y de la Universidad Católica Lumen Gentium.