Vivir con lo sagrado

Leer más
COLUMNA

Columna invitada

Evangelio 26 de febrero 2023: ¿Qué nos dice la Biblia sobre el ayuno?

Es de dominio en la historia de la espiritualidad que la privación voluntaria de alimentos, sea por ayuno o por abstiencia fortalece el ánimo para la lucha espiritual.

24 febrero, 2023
Evangelio 26 de febrero 2023: ¿Qué nos dice la Biblia sobre el ayuno?
Durante Cuaresma y Semana Santa hay días específicos para practicar el ayuno y la abstinencia

Evangelio 26 de febrero 2023: Evangelio según san Mateo (Mt 4, 1-11)

En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final, tuvo hambre. Entonces se le acercó el tentador y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna”. Jesús le contestó: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.

Luego lo llevó el diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras y me adoras”. Pero Jesús le replicó: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”. Entonces lo dejó el diablo y se acercaron los ángeles para servirle.

¿Qué nos dice la Biblia sobre el ayuno?

Después de que Dios creó al hombre como ser viviente, esta sería la primera gran bendición de Dios a la humanidad, tener vida. El Evangelio de este 26 de febrero 2023 menciona la segunda gran bendición que es multiplicarse sobre la faz de la tierra (Gn 1,28). La tercera bendición es recibir a todas las plantas y animales para el sustento de la vida, como alimento (Gn 1,29-30).  El tema de la comida, en el Antiguo Testamento, a partir de la Alianza del Sinaí adquirió normas muy precisas sobre lo que eran alimentos puros y alimentos impuros, sobre todo tratándose de animales (cfr. Dt 14,3-7).

¿Por qué entonces no comer, es decir ayunar, adquirió relevancia? La privación total de comida por un cierto tiempo aparece testificado en el Antiguo Testamento en el contexto de gran sufrimiento para las personas y para el pueblo. Un ejemplo lo tenemos en David quien ayunó, se vistió de saco y se puso cenizas, durmió en el suelo porque quería evitar que su hijo muriera (1S 12,15-19); Ester convoca al pueblo a hacer ayuno por tres días para ante la gran amenaza de persecución en que se encontraban los judíos (Est 4,16).

En el profeta Joel (2,12) Dios le pide ayuno aunado a la conversión, y esto se verifica en los Ninivitas después de escuchar la predicación de Jonás (Jo 3,5-10), ayunar es un signo, cambiar de malas costumbres a buenas costumbres es el contenido que da valor a ese signo, esto lo da a entender Isaías (58,5-6) “el ayuno que yo quiero es este: desatar las ligaduras  de impiedad, soltar las cargas opresivas, dejar libres a los oprimidos y romper todo yugo”. En el minsterio de Moisés también se menciona un ayuno de cuarenta días (Ex 34,28) cuando pasó ese tiempo en la cumbre del Sinaí y recibió las tablas de la Ley.

En el relato que leemos hoy del evangelio de san Mateo podemos ver el sentido de ayuno del Señor Jesús parecido al del Moisés, es un ayuno preparatorio a un don de Dios. Jesús mismo es el don que Dios quiso dar a su pueblo Israel en orden a su salvación. Según el texto que tenemos hoy el ayuno lo debilitó pues al final de esos días Jesús sintió hambre y el demonio aprovechó esa debilidad física para ponerlo a prueba. Sin emargo, es de dominio común en la historia de la espiritualidad que la privación voluntaria de alimentos, sea por ayuno o por abstiencia de ciertas comidas fortalece el ánimo para la lucha espiritual.

 

Mons. Salvador Martínez es rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.