Nido vacío: cuando sólo queda el vacío de las recámaras cerradas y ordenadas
El nido vacío es refugio y raíz para muchos nidos más. Es el testimonio de nuestro paso por la vida y en donde siempre hay algo para dar
Consuelo Mendoza es conferencista y la presidenta de la Alianza Iberoamericana de la Familia. Es la primera mujer que ha presidido la Unión Nacional de Padres de Familia, a nivel estatal en Jalisco (2001 – 2008) y después a nivel nacional (2009 – 2017). Estudió la licenciatura en Derecho en la UNAM, licenciatura en Ciencias de la Educación en el Instituto de Enlaces Educativos, maestría de Ciencias de la Educación en la Universidad de Santiago de Compostela España y maestría en Neurocognición y Aprendizaje en el Instituto de Enlaces Educativos.
Se habla mucho del nido vacío, es decir, del impacto que produce en los papás la ausencia de los hijos que han emprendido el vuelo para tomar su propio camino. No importa si la familia es numerosa o no, cada hijo tiene un lugar especial, una posición diferente en el sistema familiar y un lugar insustituible en el corazón de los padres y de los hermanos. La ausencia de los hijos es un proceso difícil de asimilar, no significa que no estemos de acuerdo con su decisión, más bien tiene que ver con aprender a desprenderse de la presencia cotidiana de quien nació, creció y se formó en este nido que ahora no necesita más.
Es difícil acostumbrarse a los lugares vacíos en la mesa que hasta hace poco parecía insuficiente, a su recámara cerrada y ordenada, y a no esperar más su regreso a casa; es un sentimiento ambivalente, como un dulce amargo, no podemos evitar el dolor de la ausencia y al mismo tiempo ser muy felices por la madurez de aquel hijo o hija que ya toma sus propias decisiones y decide hacerse cargo del timón de su vida persiguiendo sus propios sueños y construyendo su propio hogar. ¿Acaso no era la educación para la libertad una de nuestras metas en su formación?
El nido vacío es una fase del ciclo vital de la familia y representa una crisis necesaria en la que todos los integrantes de la familia debemos reorganizarnos para superarla. los papás tendremos que aprender a adaptarnos a esta nueva realidad, a ser respetuosos con nuestros hijos, con sus decisiones y también a vivir sin ellos. Como paliativo, podremos comenzar a disfrutar el tiempo que antes nos faltaba para atender los intereses personales y para disfrutar en pareja.
De nosotros depende hacer del nido vacío un lugar desolado y frío o transformarlo ahora en aquel que conserva el calorcito que invita a visitarlo. Mantener la casa con las puertas abiertas a los hijos y sus nuevas familias, propiciar las oportunidades para convivir, para reencontrarse y alimentar el amor filial y fraterno.
Y cuando por fin logras la estabilidad y encuentras las bondades del nido vacío, aprecias el silencio, disfrutas del orden y la tranquilidad en casa… prepárate para la algarabía de los nietos que irán llegando y como tromba y sin permiso se instalan en lo más profundo de tu corazón, ponen la casa de cabeza y a explotan la tolerancia y la paciencia de los abuelos y que eran totalmente desconocidas para los hijos.
Los nietos llegan dándonos la oportunidad de nuevos aprendizajes, nuevos motivos y nuevas alegrías. Aprendemos a amar sin responsabilidades y a disfrutar sin restricciones, volver al desorden, al ruido y las travesuras, pero con tiempo limitado.
El nido vacío es el refugio y es la raíz para muchos nidos más. Es el testimonio de nuestro paso por la vida, es el hogar donde nos sentimos cómodos y en donde siempre hay algo para dar y espacio para recibir.
Pensamiento encontrado en internet:
EL NIDO VACÍO
Los hijos se van; hay que aceptarlos con esa condición, hay que criarlos con esa idea, hay que asumir esa realidad.
No es que se van; es que la vida se los lleva.
Ya no eres su centro.
Ya no eres la autoridad.
No diriges, aceptas.
No mandas, acompañas.
No proyectas, respetas.
Ya necesitan otro amor, otro nido y otras perspectivas.
Ya les crecieron alas y quieren volar.
Ya les crecieron las raíces y maduraron por dentro.
Ya no les caben las raíces en tu maceta, ni les basta tu abono para nutrirse, ni tu agua para saciarse, ni tu protección para vivir.
Quieren crecer…
Tienen su camino y quieren explorarlo, tienen alas , quieren abrirlas y comenzar a volar…
Tú quedas adentro.
En el cimiento de su edificio, en la raíz de su árbol, en la corteza de su estructura, en lo profundo de su corazón.
Tú quedas atrás.
En la estela luminosa que deja el barco al partir.
En el beso que le mandas.
En el pañuelo que los despide.
En la oración que los sigue.
¡En la lágrima que los acompaña!
Tú quedas siempre en su interior, aunque cambies de lugar.
Haz la vida de tus hijos tan feliz, que cuando partan, piensen en regresar, aunque sólo sea para tomar tu mano y estar sólo un instante junto a ti.
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