Los tiempos de hoy son tiempos fáciles: cada día hay una nueva noticia que supera la tragedia del día anterior; la pandemia parece no tener fin; la falta de trabajo y de oportunidades azota a millones de familias; la depresión y la ansiedad se convierten en nuestro pan de cada día, y las injusticias se multiplican en un mundo en el que parece ser que los malos se salen con la suya y lo buenos pagamos sus facturas.
Habiendo tantas dificultades, ¿por qué habríamos de crearnos más conflictos de los que ya tenemos? ¿Por qué aferrarnos a la división cuando lo que urge es cantar al unísono? La respuesta es corta: porque somos humanos.
Es tan cierto cuando dicen que: “cada cabeza es un mundo”, conformada por la cultura familiar, la patria, las heridas, los éxitos, los aprendizajes, las propias incomprensiones y expectativas ante la vida. ¿Cómo coincidir pensamientos tan minuciosamente conformados?
Definitivamente es una tarea ardua, y es más fácil comprender entonces por qué la división es tan natural para el ser humano. Todos aquellos que no concuerden conmigo, no solamente quedan fuera, sino que los veo con rostro enemigo, porque parece absurdo que no vean lo que yo veo, que no les duela lo que a mí me duele, ni les inspire lo que a mí me inspira. Esa es nuestra naturaleza, hacia la división tendemos.
Así pues, habiendo tantas cosas que nos unen, pocas diferencias logran poner el mundo de cabeza. Sin embargo, en donde se puede ver un futuro desolador, yo logro vislumbrar un camino de esperanza si tú y yo empezamos a hacer algo al respecto.
A veces es difícil saber qué es lo que el mundo necesita y qué específicamente podemos aportar cada uno de nosotros. Bueno, pues la espera terminó. Es la unidad la gran apuesta de hoy en día. La Cultura del Encuentro a la que nos invita el Papa Francisco. Construir una sociedad donde las diferencias puedan convivir complementándose, enriqueciéndose e iluminándose unas a otras. De todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible.
Cuando de fondo y forma no logremos coincidir con alguien más, el primer paso será escuchar para comprender y no para argumentar. Estoy segura que en algo se tiene que coincidir, tiene que haber un punto en común, y si la otra persona no es capaz de verlo, incluso busca acentuar las diferencias, sé tú quien comience a unir. Sé tú quien renuncie al orgullo, a aferrarse ciegamente a algo y dale crédito, porque no puede estar del todo mal.
Que te recuerden por unir, por abrir espacios al diálogo y por guiar siempre hacia la verdad con toda la caridad que Dios te conceda.
*Alison González es vocera de la organización Pasos por la Vida.
Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
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