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Día de la Candelaria 2021: en la oscuridad de la pandemia, Dios es la luz

Este Día de la Candelaria 2021, lejos de mirar con nostalgia lo otros años, atrevámonos a hacer la misma profesión de fe en Cristo luz del mundo.

26 enero, 2021
Día de la Candelaria 2021: en la oscuridad de la pandemia, Dios es la luz
En el Día de la Candelaria se acostumbra llevar al Niño Dios al templo para que sea bendecido.
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Maestro Normalista. Licenciado en Filosofía y Teología, Mtro. en Teología, Lic. Pontificio en Teología Sacramentaria. Canciller de la Diócesis de Xochimilco, Exorcista miembro de la AIE, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas de la Diócesis de Xochimilco. Párroco de “El Padre Nuestro”. Profesor de Teología de la Iniciación Cristiana, de Teología de la Eucaristía, de Teología del Matrimonio, de Semiótica, de Síntesis Teológica y varios Seminarios Teológicos. 

La pandemia que estamos viviendo a veces me recuerda a aquel pasaje del libro del Éxodo donde se narra la noche anterior al día de la liberación. El pueblo, habiendo escuchado la voz de Dios a través de las indicaciones de Moisés, se prepara para cenar en familia el cordero sacrificado, con cuya sangre han marcado los marcos de las puertas.

Me viene entonces a la imaginación aquella escena de la célebre película Los Diez Mandamientos que representa precisamente ese momento. ¿Qué sucede en esa oscura noche de miedo? El texto bíblico no nos dice más que el pueblo hebreo cumplió con lo pedido por Dios, pero la película nos recrea la posible escena: La comunidad creyente, que aguarda su liberación, reza dentro de sus hogares y en su seno brilla la luz de la Palabra de Dios que los ilumina interiormente, es decir, es la verdad de la palabra salvadora la que disipa cualquier tiniebla de miedo o de incertidumbre y da la certeza necesaria que sólo viene la fidelidad de Dios, del Dios que nos libera de las ataduras del pecado y de la muerte.

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¿Cómo se expresa esa fe? La familia cumple la Palabra de Dios que ha escuchado a través de Moisés, come el cordero sacrificado, canta alabanzas, está unida en comunión llevando más allá los lazos de la sangre, ahora los unen los lazos de la fe.

La larga noche de los tiempos en los que nos encontramos, nos ha llevado a cambiar -entre otras cosas- nuestras costumbres, nuestra convivencia y la práctica comunitaria de nuestra fe, sin embargo, también nos ha llevado a redescubrir muchas cosas que teníamos escondidas, empolvadas o enmohecidas y también a reavivar nuestra fe, colocándola de nuevo al centro de nuestra vida

En la fiesta de la Presentación del Señor, la liturgia proclama el pasaje evangélico de dicho acontecimiento. El relato destaca a dos personajes, dos ancianos, Simeón y Ana, ambos aguardaban la liberación de Israel y en el Templo eran permanentes pregoneros de la fidelidad de Dios, el cual nunca olvida sus promesas y las lleva a cabal cumplimiento.

Sin duda los dos fueron personas que alimentaron su vida de la Palabra de Dios, que emprendieron el camino de la fe que los llevó a la certeza de que Dios habría de cumplir lo que prometió a través de la ley y de los profetas. No gozaban de un entendimiento especial, superdotado o sobrenatural, eran dos personas de fe que alimentaron la lámpara de luz de sus vidas con el aceite de la Palabra divina que resonaba en sus mentes y en sus corazones.  

Cuando ven entrar al Templo de Jerusalén al niño en brazos de su madre, sus esperanzas se ven colmadas, ya tenían certeza de que Dios, el siempre fiel, habría de cumplir y ahora se alegran porque lo miran con sus propios ojos. A todos les contaban sobre ese niño, su gozo se mostraba en el alegre anuncio que compartían, hasta que Simeón llegó a cantar: Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz porque sus ojos habían contemplado al Salvador luz que alumbra a las naciones

El Día de la Candelaria. Foto: Conexión Migrante

El Día de la Candelaria. Foto: Conexión Migrante

Simeón y Ana, iluminados por las promesas del Antiguo Testamento, como por una vela, ahora contemplan al sol de justicia que viene a iluminar con su luz santísima toda la creación. En adelante, el creyente no se ilumina con la esperanza de unas promesas por cumplirse, ahora lo ilumina la luz de la realización de esas promesas que le permiten ver con claridad meridiana y no temer más, pues el Dios del amor y de la misericordia se ha encarnado y ha puesto permanentemente su morada entre nosotros, es decir, ha venido para que no haya más noches de miedo, de incertidumbre o de dolor, porque el creyente siempre es guiado y sostenido por la luz que no conoce el ocaso, por la luz que no mengua.

En la noche de la liberación, los hebreos fueron sostenidos por la tenue luz de las promesas, en la noche en que la humanidad hoy vive por la pandemia, el cristiano es iluminado y sostenido por el sol de justicia que es Cristo el Señor, de manera que no tiene que esperar a que amanezca, porque siempre es iluminado por la luz que no conoce ocaso, por el día sin fin, por la luz radiante que le permite ver con claridad.

Este año, la fiesta de la Presentación del Señor, nos coloca en la coordinada correcta para renovar la conciencia de esta presencia. Por la pandemia no podremos ir a los templos a bendecir nuestras velas, ni tampoco las santas imágenes del Niño Dios, representación del que es la luz que alumbra a las naciones, es decir, imágenes de Jesucristo hecho hombre en el seno virginal de María. Sin embargo, la circunstancia misma nos lleva a recrear la noche de la liberación del Éxodo con la singularidad del acontecimiento de la Presentación del Señor.

Mirar la imagen del Niño Jesús en medio de lo que vivimos, nos lleva a recordar que si bien por fuera vemos tantos signos de dolor y de muerte, los cristianos miramos los acontecimientos con la luz permanente que es Cristo, el Señor.  No tenemos miedo a lo que pasa, lo asumimos con la luz de la fe y con su fuerza enfrentamos la realidad haciendo lo que está en nuestras manos y poniendo nuestra confianza en el Dios que es siempre fiel.

Lejos de mirar con nostalgia lo que otros años hemos hecho, atrevámonos a hacer la misma profesión de fe en Cristo luz del mundo, y nuestros actos de veneración a la santa imagen del Niño Dios, de una forma diferente. Al lado de los que amamos, oremos como los hebreos en la noche pascual, pidamos para que nuestra fe no desfallezca y para que se sostenga en Aquel que es nuestra fortaleza.

Este Día de la Candelaria 2021, no podremos ir a los templos, entonces ¿cómo podemos celebrarlo? Haz clic aquí para encontrar una guía para celebrar la Fiesta de la Candelaria en casa.

*El P. José Alberto Medel es especialista en liturgia en la Diócesis de Xochimilco.

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Autor

Maestro Normalista. Licenciado en Filosofía y Teología, Mtro. en Teología, Lic. Pontificio en Teología Sacramentaria. Canciller de la Diócesis de Xochimilco, Exorcista miembro de la AIE, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas de la Diócesis de Xochimilco. Párroco de “El Padre Nuestro”. Profesor de Teología de la Iniciación Cristiana, de Teología de la Eucaristía, de Teología del Matrimonio, de Semiótica, de Síntesis Teológica y varios Seminarios Teológicos.