Con el INE, no
Es necesario que el árbitro sea imparcial. El INE es el árbitro que pusimos los mexicanos para defender nuestro voto. Funciona.
Desde que lo leí me gustó este consejo popular: “No trates de arreglar lo que ya funciona”. Es muy probable que salga mal el arreglo. Y, desde luego, es absolutamente predecible que salga mal cuando el motivo es político.
El presidente y su movimiento han mostrado un entusiasmo inusitado en tratar de arreglar lo que ya funciona. El Instituto Nacional Electoral no fue resultado de la buena voluntad de los partidos políticos. Fue la presión ciudadana que obligó al gobierno priista a dejar de ser juez y parte en las elecciones.
Desde la fundación del IFE hasta ahora, con altibajos (¿qué institución es perfecta?) la democracia mexicana se ha consolidado. El Instituto ha hecho creíble lo que para el ciudadano medio era increíble: que su voto contara. No entiendo cómo quien llegó a la presidencia y tiene 21 estados del país que lo favorecen, quiere volver al ominoso tiempo del carro completo.
La Iglesia católica ha dicho una y otra vez que de los sistemas políticos el único que garantiza la expresión popular al asignar o quitar a sus gobernantes es la democracia. Sí, de acuerdo con Churchill: “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”. Es necesario que el árbitro sea imparcial. El INE es el árbitro que pusimos los mexicanos para defender nuestro voto. Funciona. Se puede perfeccionar, pero no cambiar por un prurito ideológico. Va a salir mal.
MÁS ARTÍCULOS DEL AUTOR:
Seis décadas después
Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.