Cobra Kai a la mexicana
Quienes somos responsables de algún adolescente debemos estar siempre atentos ante las situaciones que demandan de nosotros un discernimiento activo.
Educador. Casado y padre de tres hijos. Ingeniero químico con estudios de filosofía, antropología, teología e impro teatral. Desarrollador de procesos creativos para empresas, instituciones (eclesiales y gubernamentales), organizaciones de la sociedad civil. Evaluador de proyectos de inversión y consultor en procesos de desarrollo del cliente. Flp 4,13.
Después de un año de haber visto la última temporada de Cobra Kai, finalmente pudimos ver la continuación de este spin off de las películas ochenteras del Karate Kid. Tranquilos, no encontrarán spoiler alguno en esta columna.
Sólo quiero contarles que esta serie de Netflix cuenta con una buena dosis de realidades en donde estamos las familias mexicanas: padres que abandonan a sus familias, hijos e hijas desbalagadas por el mundo, personas resentidas, manipuladoras o que ayudan a otras a salir de la tormenta; bullying escolar y familiar, inseguridades por parte de los responsables de familia, hijos huérfanos con padres vivos, promoción del deporte como medio para superar traumas, humor fresco y blanco, gente que parece buena pero hace cosas malas, gente que parece mala pero hace cosas buenas; en fin, muchas realidades a las cuales nos enfrentamos en el día a día.
Si te animas a verla te invito a que mires la trayectoria que sigue el corazón de cada uno de los personajes adolescentes; cómo se refleja en ellos las luces y las sombras de los adultos que conviven con ellos.
Me queda claro que quienes somos responsables de la formación de adolescentes estamos llamados a tener una vela encendida para estar siempre alerta, atentos, dispuestos, abiertos, conscientes ante las situaciones que se van presentando y que demandan de nosotros un discernimiento activo, una alegría que no se deja fundir por los aspavientos propios de la edad de los chamacos y la sabiduría infundida por Dios para aprender a guardar silencio, a tener la palabra oportuna y las acciones conducentes para llevar a buen puerto la formación de nuestros adolescentes y niños.
En este nuevo año, confiamos en la providencia del Señor.