Certificado o deportado
Lo que pasó con el tenista Novak Djokovic al no contar con su certificado de vacunación vs. Covid, me pone a pensar en lo que habrán alegado sus abogados.
Educador. Casado y padre de tres hijos. Ingeniero químico con estudios de filosofía, antropología, teología e impro teatral. Desarrollador de procesos creativos para empresas, instituciones (eclesiales y gubernamentales), organizaciones de la sociedad civil. Evaluador de proyectos de inversión y consultor en procesos de desarrollo del cliente. Flp 4,13.
Para viajar a otro país siempre se ha necesitado pasaporte; algunos países piden visa, otros no.
Muchas naciones ahora solicitan que todo extranjero cuente con un certificado oficial de vacunación para entrar por sus fronteras.
Los nacidos antes de 1980 recordarán al personaje de Héctor Suárez, aquel burócrata corrupto que pedía hasta la “Cartilla de vacunación” en un trámite vehicular.
Pues bien, esto se ha hecho realidad, porque para aterrizar en otro país tienes que enfrentar este dilema sanitario: Certificado o Deportado.
Esa fue la disyuntiva que tuvo el tenista serbio Novak Djokovic, cuyo equipo de abogados estuvo litigando en Australia para que lo dejaran entrar a jugar un torneo internacional sin contar con el certificado de vacunación contra el COVID.
¿Qué habrán alegado sus abogados? ¿Acaso que el tenis garantiza la “sana distancia”?, ¿que en ningún momento iba a jugar “dobles”?, ¿que le juraba por “ésta” (haciendo una cruz con los dedos) que no tenía Covid? ¿que nomás jugaba y luego, luego se regresaba?. Nunca sabremos, el tenista ahora ya está en su casa.
Este acontecimiento me hace pensar en mi certificado de Bautismo, aquel papelito que les dieron a mis papás en la parroquia en donde refleja lo que quedó asentado en actas: este niño ha recibido la gracia de ser hijo de Dios y miembro de una comunidad.
Si asumo una postura burocrática y reduccionista, me preguntaría, con ese papelito, ¿me dejarán pasar en el Cielo el día que me muera? Ahora bien, si asumo una conciencia cristiana, entonces he de preguntarme: ¿qué tanto estoy aportando para hacer de esta realidad un lugar más fraterno, más justo, más amable?, ¿qué tanto me siento amado por Dios y corresponsable en la misión de Jesús?
Y la última pregunta que me surge: ¿y que tal que me deportan?
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