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COLUMNA

Columna invitada

Benedicto XVI: “La caridad en la verdad”

El amor a Dios se manifiesta en el amor sobre todo a quienes sufren material o espiritualmente. Que tengamos un corazón como el de Dios, todo amor.

8 febrero, 2023
Benedicto XVI: “La caridad en la verdad”
Cardenal Felipe Arizmendi Esquivel

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Al difunto Benedicto XVI con frecuencia se le considera un enemigo de la teología de la liberación, como si a él no le preocuparan los fenómenos de pobreza, exclusión y esclavitud en que viven millones de seres humanos. En su tercera encíclica Caritas in veritate (La caridad en la verdad), publicada el 29 de junio del 2009, encontramos afirmaciones que demuestran lo contrario. Lo que rechazaba de ciertas formas de teología de la liberación era la contaminación marxista del análisis de la realidad y la casi justificación de la lucha armada contra el sistema dominante. En esta encíclica levanta la voz contra muchas injusticias, que contradicen el plan de Dios, que es el amor unido a la justicia. Esta es la liberación integral que Dios quiere para la humanidad.

Comparto sólo algunas frases de su encíclica, que conviene no olvidar.

Discernir

“La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. El amor —«caritas»— es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz. Es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta” (1).

“La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer y no pretende de ninguna manera mezclarse en la política de los Estados. No obstante, tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación” (9). “La doctrina social de la Iglesia ilumina con una luz que no cambia los problemas siempre nuevos que van surgiendo” (12).

“El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre” (15). “La fe cristiana se ocupa del desarrollo, no apoyándose en privilegios o posiciones de poder, sino sólo en Cristo, al cual debe remitirse toda vocación auténtica al desarrollo humano integral” (18).

“Las situaciones de subdesarrollo … no son fruto de la casualidad o de una necesidad histórica, sino que dependen de la responsabilidad humana”. Y repetía una frase de Pablo VI: “los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos” (17).

“El subdesarrollo tiene una causa más importante aún que la falta de pensamiento: es la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos. Esta fraternidad, ¿podrán lograrla alguna vez los hombres por sí solos? La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos. La razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad. Ésta nace de una vocación transcendente de Dios Padre, el primero que nos ha amado, y que nos ha enseñado mediante el Hijo lo que es la caridad fraterna” (19).

“En muchos países pobres persiste, y amenaza con acentuarse, la extrema inseguridad de vida a causa de la falta de alimentación: el hambre causa todavía muchas víctimas entre tantos Lázaros a los que no se les consiente sentarse a la mesa del rico epulón. Dar de comer a los hambrientos (cf. Mt 25,35.37.42) es un imperativo ético para la Iglesia universal, que responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús, sobre la solidaridad y el compartir. Además, en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta. El hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional” (27).

“La dignidad de la persona y las exigencias de la justicia requieren, sobre todo hoy, que las opciones económicas no hagan aumentar de manera excesiva y moralmente inaceptable las desigualdades y que se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos, o lo mantengan. Pensándolo bien, esto es también una exigencia de la «razón económica». El aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, es decir, el aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico” (32).

Actuar

Seremos cristianos de verdad si amamos a Dios y a los demás. Y el amor a Dios se manifiesta en el amor sobre todo a quienes sufren material o espiritualmente. Que tengamos un corazón como el de Dios, todo amor.

 

*Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.