Ante la crisis de deshumanización, fortalecer a las familias
Minusvalorar o desvirtuar el sentido del matrimonio y de la familia, es atentar contra la persona humana y contra la sociedad
Con profunda consternación, y quizás lamentablemente ya sin sorprendernos, vemos cómo cada día se multiplican las manifestaciones de deterioro en el tejido social y conflictividad de las relaciones interpersonales en distintos niveles y núcleos de la sociedad.
Diariamente los medios de comunicación nos dan cuenta de expresiones inenarrables de una severa crisis antropológica y social: violencia, crimen organizado, ejecuciones, desapariciones forzadas, incontables atropellos a los derechos humanos, violencia intrafamiliar, abusos de diversa índole, crecimiento exponencial del estrés social, etc.
Sin duda las causas de todos estos fenómenos son diversas y extremadamente complejas, pero en este espacio quisiera comentar que, una de esas causas, de extrema relevancia, tiene que ver con la realidad de las familias.
El tipo de sociedad en el que vivimos evidencia, sin duda, parte de la realidad que se vive en muchas familias de nuestra Patria.
La familia tendría que ser el espacio natural de desarrollo y educación de las personas, donde éstas se experimenten conocidas, incondicionalmente amadas, promovidas y educadas en las relaciones interpersonales.
Hoy, sin embargo, la institución familiar es, quizá como nunca antes, blanco de ataques ideológicos, propaganda mediática o posturas axiológicas que van directamente en contra de la concepción de la familia como Dios la ha pensado.
Minusvalorar o desvirtuar el sentido del matrimonio y de la familia, es atentar directamente contra la persona humana y contra la sociedad, depositando en ella una letal simiente de degradación y auto-destrucción.
Sin el respeto y el cuidado a la institución matrimonial y familiar como Dios la ha pensado, no hay futuro ni esperanza y tampoco habrá paz ni auténtico desarrollo.
Es en el seno de las familias sanas, unidas, reconciliadas y sólidas en los valores humanos y cristianos, donde se encuentra la promesa de un mejor futuro para nuestro mundo, para nuestra Patria y para las nuevas generaciones.
Por ello, como ya lo señalaba en otra colaboración para Desde la fe, “los católicos estamos llamados a refrendar nuestro compromiso en favor de las familias. Como discípulos de Cristo, no deseamos acostumbrarnos al panorama desolador arriba descrito, ni tampoco queremos evadir cómodamente una situación que parecería irremediable. El amor de Cristo nos apremia y es mucho lo que los fieles católicos podemos aportar en favor de las familias, contribuyendo así a la reconstrucción del tejido social, a la paz y a la reconciliación en México”.
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*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.