Es muy significativa la coincidencia. De todas las frases que Jesús podía haber inspirado a santa Margarita María Alacoque, religiosa de la Congregación de la Visitación, y dos siglos y medio después, a santa Faustina Kowalska, religiosa de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, les inspiró prácticamente la misma:
A santa Margarita: “Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.”
A santa Faustina: “Jesús, confío en Ti”
En ambos casos lo que pide el Señor es confiar en Él. ¿Qué implica confiar? Entre muchas posibilidades, cabe considerar las siguientes implicaciones:
Cuando le dices: confío en Ti, le estás diciendo, confío en que tanto amó Dios al mundo que te envió a Ti, Su Hijo único, a salvarnos; confío en Ti, en que me amas como el Padre te ama; confío en Ti, en que eres la Luz del mundo, así que si te sigo, no caminaré en tinieblas; confío en Ti, en que eres el único Camino hacia la salvación, la única Verdad y Aquel que da la Vida; confío en Ti, en que estás realmente Presente en la Eucaristía y puedo contemplarte, adorarte, entrar en comunión íntima Contigo; confío en Ti, en que eres el Buen Pastor, que da la vida por mí; confío en Ti, en que eres el Todopoderoso (ver Jn 3, 16; 15, 9; 8, 12; 14, 6; Mc 14, 22-24; Jn 10, 11; Mt 28, 18).
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Cuando le dices “confío en Ti”, le estás diciendo: confío en Ti, que me aseguras que hay más felicidad en dar que en recibir; confío en Ti, que me mandas amar a los demás como Tú me amas; confío en Ti que me invitas a perdonar para recibir perdón; confío en Ti, que me pides tomar mi cruz de cada día y seguirte; confío en Ti, que me pides que viva en el mundo, pero sin pertenecerle; confío en Ti que me animas a perseverar en la oración; confío en Ti que me pides no preocuparme por nada sino buscar primero el Reino de Dios (ver Hch 20, 35; Jn 13, 34; Lc 6, 37; 9, 23; Jn 17, 11.14-15; Lc 18, 1-8; 12, 22-32).
Cuando le dices “confío en Ti”, le estás diciendo: confío en Ti, que prometes concederme lo que pida en Tu nombre, es decir, conforme a Tu voluntad que es siempre buena; confío en Ti, que me prometes que si como Tu Carne y bebo Tu Sangre tendré vida eterna; confío en Ti, en que estás conmigo todos los días hasta el fin del mundo; confío en Ti, que fuiste a prepararme un lugar en la Casa de Tu Padre para que yo pueda estar donde Tú estás; confío en que, cuando menos lo espere, volverás y por eso me pides orar y velar; confío en Ti, en que como resucitaste, me resucitarás (ver Jn 14, 35; 6, 48-58; Mt 28, 20; Jn 14, 2-3; Lc 21, 34-36; Jn 6, 40).
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Decirle ‘en Ti confío’, es decirle también: confío en lo que prometiste a santa Margarita: que si asisto a Misa el primer viernes de cada mes durante 9 meses seguidos sin interrupción, y me confieso y comulgo, no moriré sin recibir auxilio espiritual. Contó un sacerdote que cuando ocurrió el accidente del metro en la CDMX, él estaba cerca, caminó hacia la zona del derrumbe y dio la absolución general a los moribundos. ¡Seguro algunos habían cumplido la devoción de los 9 primeros viernes y Jesús fue fiel a Su promesa!
Decir “confío en Ti” es también decirle: confío en lo que prometiste a santa Faustina: que quien se confiese, comulgue y honre Tu misericordia el Segundo Domingo de Pascua, recibirá de Ti un perdón como el del Bautismo; y confío en que concederás grandes gracias a quien rece la Coronilla de la Divina Misericordia, y que cuando se rece junto a un moribundo, recibirás su alma como Misericordioso Salvador y no como Justo Juez.
‘Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío’, ‘Jesús, confío en Ti’. Que estas jaculatorias estén en nuestro corazón y en nuestros labios con frecuencia a lo largo de cada día, y que el Señor nos conceda que sean lo último que alcancemos a decir antes de morir.
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