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COLUMNA

Cielo y tierra

Dios ¿lo quiere o lo permite?

No podemos decir que Dios no castiga, lo hace, pero nunca sádicamente ni porque disfrute viéndonos sufrir, sino porque nos ama

24 enero, 2025
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Es escritora católica y creadora del sitio web Ediciones 72, colaboradora de Desde La Fe por más de 25 años. 

Cuando sucede una desgracia, un desastre natural, hay quien se pregunta: ‘¿esto lo permitió Dios?’

A esta pregunta algunos se apresuran a contestar: ‘¡sí, y nos lo merecemos por nuestros pecados y que si no nos convertimos sucederá algo peor!’. Creen que con amenazas convertirán a la gente, pero las amenazas y el miedo nunca son buenas razones para acercarse a Dios.

Por su parte otros se apresuran a contestar: ‘No, Dios no lo permitió!’. Creen que lo defienden deslindándolo de toda responsabilidad, pero es un absurdo decir que si algo sucedió Dios no lo permitió. Él tiene todo en Sus manos, nada se sale de Su control, así que si algo sucedió no cabe preguntar si lo permitió, es obvio que sí, o no hubiera sucedido.

La pregunta mencionada al inicio está mal planteada, o mejor dicho, está incompleta. Habría que preguntar: ‘esto ¿lo causó Dios o sólo lo permitió?’

Y es que con respecto a la voluntad de Dios hay que hacer una importante diferenciación entre lo que podríamos llamar, coloquialmente, Su ‘voluntad activa’ y su ‘voluntad pasiva’.

La voluntad activa se refiere a lo que Dios quiere y hace, por ejemplo: quiso que hubiera luz, dijo: “haya luz” (Gen 1, 2) y hubo luz.

La voluntad pasiva se refiere a lo que Dios solamente permite, por ejemplo a situaciones que son consecuencia natural de lo que suele suceder en este mundo: huracanes, terremotos, erupciones, enfermedades, etc.

En este caso, hay quien se pregunta por qué permite estas situaciones, y la respuesta la da san Agustín: ‘Dios permite los males porque de ellos puede obtener bienes mayores’.

Puede ser que de momento no veamos cómo de algo malo que pase se pueda obtener algo bueno, pero es que lo juzgamos con relación a este mundo pasajero y Dios lo juzga en términos de eternidad. Él permite lo que puede hacernos crecer en virtudes, lo que puede santificarnos, porque lo que Él quiere es que podamos pasar con Él la eternidad.

Tomemos por ejemplo el caso de los incendios en los Ángeles. Ha habido muchos damnificados entrevistados en los noticieros, que han declarado que aunque se sienten devastados porque su casa y todos sus bienes quedaron reducidos a cenizas, dan gracias a Dios porque están vivos, que los bienes materiales no son lo principal y que han descubierto en su familia y comunidad una increíble solidaridad. Otras personas que tal vez no solían hacer nada por nadie, se han volcado a ayudar. Son dos ejemplos de bienes que se han obtenido de grandes males.

Hay también quien se pregunta si las desgracias son castigo de Dios.

Para responder esto, primero hay que determinar qué se entiende por ‘castigo’.

No lo debemos entender como lo que hace un papá que llega de malas a su casa y agarra a cinturonazos a sus hijos para desahogarse. Dios no es así. Jamás hace algo porque esté enojado y quiera desquitarse de nosotros.

Hemos de entenderlo como lo que hace un buen papá, que ama a sus hijos y quiere educarlos bien. A veces tiene que decirles: ‘si haces esto, tendrás tal consecuencia’, por ejemplo: ‘si no estudias y repruebas, no te daré permiso de ir con tus amigos al cine el sábado’. Si el hijo reprueba, el papá tiene que castigarlo como le prometió, y dicho castigo tiene un sentido corrector, no es para desahogar su mal humor. Y es que si no lo castiga, la próxima vez que le pida que estudie, el hijo dirá: ‘naaa, ¿para qué?, no pasa nada si repruebo!’  El papá tiene que permitir que su hijo sufra las consecuencias de sus acciones para que éste se corrija y se enmiende. Su castigo seguramente lo enojará, le dolerá, reclamará, dirá que no es justo, etc. pero aunque no lo reconozca, le hará bien.

Así es como Dios castiga. En el Antiguo Testamente vemos muchos ejemplos de situaciones en las que Dios advirtió a Su pueblo que si hacía tal cosa, sufriría tal consecuencia, y el pueblo la hizo y sufrió las consecuencias y se arrepintió.

Así pues, no podemos decir que Dios no castiga, lo hace, pero nunca sádicamente ni porque disfrute viéndonos sufrir, sino porque nos ama y como se mencionó antes, quiere que alcancemos la santidad para poder pasar con Él la eternidad.

En conclusión, a la pregunta acerca de si Dios quiere o sólo permite las desgracias y desastres, la respuesta sólo la sabe Él. Lo que nos toca a nosotros no es preguntarle por qué causa o provoca algo, sino reflexionar para qué puede servir, a dónde nos puede conducir, y pedir la gracia del Señor, para vivirlo todo, lo bueno y lo malo, desde la fe, poniendo en Él nuestra esperanza y teniendo plena confianza en Su amor.

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe

Sigue a Alejandra Sosa en su página web: Ediciones 72


Autor

Es escritora católica y creadora del sitio web Ediciones 72, colaboradora de Desde La Fe por más de 25 años.