Tú y yo en Cristo Rey

PODRÍA SER QUE ÉSTA SEA la última vez que yo escriba, o podría ser la última vez que tú leas; mientras no tengamos mayor seguridad de una u otra cosa, sigamos haciendo el mejor esfuerzo: yo por escribir con cuidado y tú por leer con atención, o yo por escribir con atención y tú por leer con cuidado –ambas opciones son válidas-… HOY ES EL ÚLTIMO DOMINGO del año litúrgico y celebramos a Cristo como Rey del Universo: se concluye un ciclo más en el acontecer de nuestra fe celebrada, de nuestra vida cristiana que se ajusta a un ciclo que, como bella espiral ascendente, nos arranca del barro de este suelo y nos eleva hasta el cielo de la eternidad de Dios… DOY GRACIAS INMENSAS A Jesucristo, que no optó por caminos democráticos fomentando el voto popular para llegar a ser el Redentor del mundo; y también le doy gracias porque fue Él mismo quien afirmó ante Poncio Pilato que su reino no era de este mundo y que sí, que es Rey pero sin fecha de caducidad (Jn 18, 36)… QUÍTATE UN KILO de telarañas en la cabeza y no pienses en los “reyes” que sólo quieren lucir coronas porque tal vez no puedan tener algo más en su cabeza; no pienses en “reyes” que se inflan rápido en el ego de su espejo y más rápido se desinflan ante la realidad; no pienses en “reyes” de azúcar y oropel, de palacio y lustre que acaban en una tumba ignorada… SON TRES LAS CUALIDADES o notas propias –en mi insignificante opinión- de un auténtico rey: la dignidad, la libertad y la unidad que fomentan en su pueblo: un rey auténtico buscará resaltar la calidad del pueblo que rige, su nobleza y su destino; un rey de verdad fomenta la libertad y la paz, que de otro modo nada vale tener como súbditos a puros esclavos miedosos; un rey en serio no andará dividiendo a los suyos ni por conveniencia política ni por ventajas parciales (o de un partido, pues)… EN CRISTO REY tú y yo –y todos- tenemos una cabeza que se levanta con dignidad, con la satisfacción de una historia y estirpe dignas de mantenerse en pie; en Cristo tenemos la libertad encausada al bien y la paz en el orden, no el libertinaje ni la paz de los sepulcros; en Cristo tenemos la unidad como miembros diversos y Él es la Cabeza que nos une y dirige… LOS REYES DE ESTE MUNDO –ya sean de a peso, de a tostón o de a tres por veinte centavos- se acomodan a sus palacios (nacionales o imperiales), se rodean de lacayos idénticos a su color y textura, a sus vicios y mañas, y así de rápido pasan, suponiéndose in-dis-pen-sa-bles y sospechándose inasibles en su esencia aunque resulten manoseados y destartalados por cualquier opinión crítica y formal… PROCLAMAMOS A CRISTO y le damos el título de Rey sin que haya provocado una sola guerra y sin que se haya doblegado a ningún interés; lo vitoreamos como Rey porque no se sometió a legalismos farisaicos ni se alió a intereses parciales (o de partido, pues); incluso le respondió a Pedro: ¡apártate de mí, Satanás, porque no piensas según Dios, sino según los hombres! (Mt 16, 23)… UN REY DE VERDAD DARÁ la vida por su pueblo, sin manipulación, sin sometimiento, sin tomarlos sólo como escudo protector o carne de cañón para ampliar dominios, sin maicearlos ni llevarlos a callejón sin salida; de hecho, la imagen de Rey, Pastor, Cabeza, vienen a complementarse y llegan a su sentido ideal con las realidades de Pueblo, Rebaño y Cuerpo… EN LA PROFESIÓN DE NUESTRA FE afirmamos con satisfacción y alegría que “su reino no tendrá fin”, y son palabras que no se agotan en la sucesión de un tiempo inacabable, ni en una medida que por definición tiene límites; su reino no tendrá fin porque sus valores son perennes, sus miembros todos quienes lo acepten, su verdad inagotable, su amor infinito… DEJA QUE TE LO DIGA otra vez y sin tremendismos ni elucubraciones inútiles: si esta es la última que yo escribo o que tú lees, de todos modos seguiremos proclamando a Cristo Rey, ya desde mundo y hasta toda la eternidad, sin palacio pero con su presencia, sin corona pero con dignidad, sin más cadena que su amor, sin más riqueza que su misericordia, sin más trono que su servicio en la cruz: para redimirnos a todos, toditos-todos…