Luz y sal para el mundo
La presencia de la Iglesia Arquidiocesana en los medios de comunicación social sigue siendo un reto muy serio
AYER: Hace más de treinta y cinco años (no sé decirte con precisión) circulaba en algunas parroquias de la Arquidiócesis de México la publicación llamada “Criterio”. Poco es mi recuerdo y menos es la información que encuentro sobre aquellas páginas. Fue un primer ingreso en medios de comunicación por parte de laicos, que con el Obispo Genaro Alamilla se relanzó con el título de “Nuevo Criterio”. Pude colaborar de manera muy tangencial en esa etapa que luego retomó el Cardenal Norberto Rivera y que con los años derivó en lo que hoy es “Desde la Fe” con todas las oportunidades tecnológicas que fueron inimaginables en aquellos años.
HOY: La presencia de la Iglesia Arquidiocesana en los medios de comunicación social sigue siendo un reto muy serio. En su momento fueron medios impresos y su alcance con límites de todo tipo. Pero las tecnologías y los marcos socio-políticos que se han fraguado en el primer cuarto del siglo XXI nos ponen ante escenarios retadores. Y la misión de la Iglesia no puede reducirse a promover devociones o relatar acontecimientos intraeclesiales. Con el nombre de aquella publicación primera -no del todo oficial- se establecía una tarea singular: generar un criterio para discernir los acontecimientos que nunca han dejado de ser difíciles y hasta adversos para todo bautizado.
SIEMPRE: La fe en Cristo impulsa a cada bautizado a ser “luz y sal” para el mundo, según el mandato que resuena en el Evangelio. Son palabras que -con el Papa Francisco- se retoman bajo el tema de ser “iglesia en salida”, es decir, en encuentro y servicio con tantos hombres y mujeres que siguen necesitando de la fuerza de la fe. De ahí que el uso de los medios de comunicación por parte de la Iglesia, no puede ser mera herramienta de divulgación de actividades o de promoción devocional, o de adoctrinamiento a los destinatarios. Tenemos el reto de seguir hablando en todos los medios posibles, no solo del Evangelio, sino de todo pero evangélicamente, es decir, con el criterio y la luz que nos llega desde la fe.