Las familias son como una constelación
Dios es más que cualquier sol, que cualquier inmensa galaxia
VUELVO LOS OJOS AL CIELO y con la contaminación lumínica que se ha hecho “normal” solo veo unos pocos astros, poquísimos en referencia a la cantidad enorme que tachona el firmamento de modo natural; vuelvo los ojos a la tierra y con la contaminación psico-social -que no deja de ser anormal- ya no veo a tantos seres humanos que por su condición particular me dan ganas de llamar “estrellas”, y me refiero a los enfermos… BIEN PUEDES TACHARME de loco, desquiciado y hasta tonto por llamar estrellas a los enfermos, pero haz el siguiente ejercicio mental: por un instante imagina el ancho cielo nocturno sin una sola estrella y dime qué es lo que queda, ¡exacto!, pura oscuridad; pues me han dado ganas de comparar a los enfermos con estrellas que iluminan la tremenda tiniebla que nos hace perder el rumbo, que nos abandona en el sin sentido de la vida… UNA ESTRELLA SE VE pequeña, apenas un punto luminoso, pero es enorme en sus dimensiones reales; siendo tan lejanas cumplen una función especial: durante siglos guiaron a los marineros y caminantes, ayudaron a marcar el tiempo nocturno, dieron esperanza de un nuevo día, y todo eso quiero descubrirlo en cualquier humano que sufre el dolor de la enfermedad… HOY MISMO UNGÍ –con el óleo de los enfermos- a Luis, con 74 de edad, su esposa y dos hijos adultos, en cama desde diciembre pasado y con un diagnóstico que nadie desea; ya está en hospital y con todos los cuidados para hacer más llevadero el final, ¡si!, un final que concluirá como la noche, cuando vuelva a brillar el Sol que ilumina el horizonte de la eternidad… PUDE APENAS PLATICAR algo con su pequeña familia, pero descubrí en todos ellos una paz y tranquilidad -¡en medio de la noche!- semejante a lo que sentirían los marinos, que avanzando entre las olas del mar, con la guía de las estrellas llegarían a puerto seguro… POR SUPUESTO QUE le pregunté a Luis con todo respeto y naturalidad: ¿Cómo estás?, y me respondió en una lógica total: ¡Mal!, pero le comenté que ahí estaba su esposa, sus hijos, que no está solo, que tiene el calor y cariño de su familia, y rápido me dijo: ¡ellos me ayudan a estar bien!, y le comenté que en el cielo las estrellas hacen constelaciones y que en este mundo las familias son como una constelación que adorna la oscuridad de la noche; ¡Si, con ellos estoy en paz!, me dijo… AL CONCLUIR EL RITO del sacramento su rostro ya era otro porque ciertamente ya estaba mirando el nuevo amanecer, porque con la unción tal vez se sintió como una estrella más en el ancho firmamento donde Dios es más que cualquier sol, que cualquier inmensa galaxia… Y ME ESTOY REFIRIENDO a los enfermos porque el próximo martes -11 de febrero- será la Jornada mundial del enfermo, en donde no falta una palabra del Papa Francisco (búscala en internet, por supuesto) y que reproduzco aquí en apenas dos líneas: ¡Cuánta veces, junto a la cama de un enfermo se aprende a esperar, junto a quien sufre se aprende a creer, e inclinándose ante quien nos necesita se aprende a amar!… ES MUY CIERTO que no podemos ver las estrellas durante el día, y solo cuando viene la oscuridad de la noche aparecen pequeñas, titilantes, unas más luminosas que otras, pero todas colaborando a darle sentido a la inmensidad del cielo nocturno; parecería que se apagan y desaparecen cuando en realidad forman parte del basto universo donde Dios mismo nos da nuestro propio lugar… “ESTAMOS EN PAZ”, me dijo Luis Enrique, el hijo menor de Luis –el enfermo- y añadió: “estamos en paz porque sabemos que todos cruzaremos ese umbral, porque hemos hecho todo lo posible en favor de él y estamos cercanos, porque nos da fuerza la fe y estamos todos en las manos del Señor”; puedo decir que hoy vi una constelación a mediodía: esa familia me ayudó a constatar la cercanía de Dios, la claridad de Jesús, Luz que brilla en la tinieblas… SI TE ES POSIBLE asómate hoy al cielo nocturno y piensa en tantos enfermos a quienes no vemos, pero siguen siendo oportunidad para no perder el rumbo, pues nos ayudan a ser sensibles ante el dolor y nos recuerdan que todos somos pasajeros y que todos estamos necesitados ¡de formar constelaciones!…