El Concilio de Nicea
Lo propio y peligroso de toda herejía no consiste en una evidente mentira rechazable con obviedad del mundo, sino en la deformación de una verdad de fe
SON MÚLTIPLES E IMPORTANTES –y hasta urgentes- los temas que podría abordar, sin embargo, hoy también quiero conectarme al tema del Concilio de Nicea y acaso lo haré también el próximo domingo, así que disponte a disfrutar de esto que no deja de ser sabroso alimento… EL DÉCIMO SÉPTIMO centenario que se cumple en estos días es lo que me empuja –y hasta gratamente me obliga- a ponerlo a tu consideración: el emperador Constantino convocó el concilio para lo que él consideraba una cuestión menor –casi como mera disputa filosófica, a la que el pueblo ordinario quedaba distante-, pero los obispos sabían que su tarea se enfocaba en rebatir una herejía que ya se había dispersado y ponía en riesgo la unidad de la fe… YA ERA COSTUMBRE la reunión de tales o cuales obispos de una región para temas locales, pero las dimensiones y alcances de Nicea están ya manifiestas en la convocatoria hecha por el mismísimo emperador, así que aquello no era como de “enchílame otras” (já, que hasta las enchiladas –verdes, rojas o de mole- llevan su propia complicación)… PON MUCHA ATENCIÓN, pues lo propio y peligroso de toda herejía no consiste en una evidente mentira rechazable con toda la obviedad del mundo, sino en la deformación de una verdad de fe al punto que parezca auténtica, atractiva, consistente; te lo comparo con los billetes de juguete que por su tamaño y pobre calidad sabes que son juguete infantil, pero cuando te entregan un billete falso ¡está hecho de tal modo que casi es de verdad!… SI ALGUIEN SE ATREVE a construir su casa sobre materiales que parecen roca, al poco tiempo verá como todo se viene abajo; y así como hoy mismo tenemos materiales sintéticos que parecen roca, siempre ha habido y seguirán habiendo opiniones, ideologías, apreciaciones que dichas y repetidas una y otra y otra vez, casi nos llevan a sucumbir –mareados- pensando que son la puritita verdad neta de todo el planeta… ALGO MUY PARECIDO fue la propuesta de aquel presbítero que tenía “una personalidad fascinante: brillante, ingenioso y simpático, sabía ejercer fascinación y cautivar a las personas” (así lo dice Klaus Schatz, historiador de los concilios): de nombre Arrio, de origen alejandrino y –como todo auténtico hereje- aferrado a sus particulares opiniones al punto de separarse de la unidad de la Iglesia… PONGO UN PARÉNTESIS abierto (¿o sea?) para decir que la Iglesia está formada por humanototes como tú y como yo, pero tiene su origen y su finalidad en Jesucristo mismo; que está puesta como instrumento del Reino de Dios, servidora del Evangelio, convocada para ser luz para las naciones, y que vive con estructuras y modos siempre en crecimiento y maduración… Y DEJO EL PARÉNTESIS ABIERTO para seguir diciendo que la Iglesia no es la suma de voluntades o proyectos humanos, que no estamos sometidos a la mayoría de votos o a lo ingenioso de una ideología; así que ya fueran veinte Arrios y otros tantos y variados “iluminados”, o docenas de videntes y otras docenas de taumaturgos, la fe recibida de los Apóstoles ha de ser custodiada por la jerarquía debidamente instituida… DIGAMOS QUE LO PROPIO de aquel Concilio de Nicea, y de tantos otros momentos importantes en la historia de la Iglesia, radica en la autoridad debidamente ejercida por quien está a la cabeza y no por opiniones de moda u ocurrencias pasajeras; y toma nota correctamente, pues los auténticos hijos de la Iglesia siempre se han ajustado al dictamen de la Madre Iglesia… SI TE ESTOY PLATICANDO este tema, es porque seguramente quieres seguir caminando en la verdad transmitida por los Apóstoles (también yo), perteneciendo a la Iglesia (también yo) y gozando de la unidad de la fe (¡también yo!); y voy terminando con un texto de San Pablo a los Gálatas (1, 8-10) en donde nos advierte contra los mismos ángeles si es que nos traen un Evangelio distinto al ya predicado por él mismo…