¿Cómo vivir la Semana Santa?
Ayer y hoy somos proclives a la superficialidad e ignorancia, al desprecio y la indiferencia.
OLGA ME PREGUNTÓ cuál es el mejor modo de celebrar la Semana Santa, y respondí directo: ¡completa y sin perder de vista su plenitud en la Pascua!; yo supongo la participación devota y puntual en cada celebración y algunos ecos en la vivencia de familia, como la abstinencia y el ayuno, o mirar alguna película bíblica, o el pequeño altar a la Virgen de los Dolores…
QUEDARSE SOLO CON la palma bendita del domingo de la Pasión del Señor es prácticamente nada, o centrar la atención en el lavatorio de los pies y la romería de la devoción de “Las Siete Casas” es quedarnos cortos; hay quienes concentran la Semana Mayor en el Viacrucis del viernes y dejan a Cristo clavado en la cruz: ¡es necesario llegar con Él hasta la resurrección!…
EN LA CRUZ JESÚS pidió el perdón para todos “porque no saben lo que hacen” (Lc 23,24), en efecto, ayer y hoy somos proclives a la superficialidad e ignorancia, al desprecio y la indiferencia: si en sus palabras entreveo algo de su tristeza, ¡cuando suplica que Dios me perdone me compromete a conocer y profundizar su amor!…
LA TRISTEZA APARECE si no vemos cumplidas las justas expectativas (la paz, el empleo, la amistad), o cuando vivimos una pérdida (la muerte de un familiar, la confianza o la salud), o al constatar el mal y su destrucción (violencia, abusos, injusticias); y Jesús mismo la experimentó pero afrontándola con esperanza, por eso pide el perdón para todos…
EN UNA TREMENDA PALABRA Jesús hace eco de nuestras humanas miserias: “Dios mío ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46), pero hay que notar que es parte del salmo 22, que Jesús recitaría con frecuencia y completo; toma como tarea aprendértelo de memoria y descubrirás la gran esperanza y confianza que Jesús pone por encima de la aparente desesperación a que empuja ese momento…
DOS LUCES ENORMES –de gozo y confianza, de cercanía y esperanza- brillan en las palabras que Jesús agonizante dio al ladrón arrepentido (Hoy estarás conmigo en el Paraíso, Lc 23,43) y al discípulo Juan como a María, su Dulce y Santa Madre (Ahí está tu hijo, ahí está tu madre, Jn 19,26): no ignoro el natural dolor de Jesús con clavos, espinas, azotes y demás, pero imagino un corazón pleno de gozo y alegría al abrir el cielo a uno y al dar mutuo cobijo materno-filial a dos…
LAS PALABRAS MÓRBIDO y morboso están relacionadas con la enfermedad, y si hay interés malsano y desmedido por cosas desagradables o inadecuadas, hablamos de morbosidad: ¿alguien quisiera saber cuál fue la tristeza más grande de Jesús?, búsquele en otro lado que yo no lo diré; prefiero señalar que si Jesús afirma “tengo sed”, no lo hace solo por necesidad del vital líquido, sino como búsqueda de lo necesario, de lo saludable, de los ideales que nos llevan a la profunda y verdadera alegría (yo también tengo sed, y repasaré el salmo 42)…
JESÚS NUNCA DIJO que Él venía para poner ejemplo de cómo aguantar dolores y penas, tristezas o dolencias; por eso al afirmar que “todo está cumplido” (Jn 19, 30) y al entregar su Espíritu al Padre (Lc 23,46) refrenda lo que nos llena de celestial alegría por haber cumplido su misión: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10,10), por eso hay que llegar con Él hasta la resurrección…