Una de los tesoros arquitectónicos de Tlaxcala es el templo de Nuestra Señora de Ocotlán, una amplia basílica de estilo churrigueresco con su amplio atrio y barda de medios puntos realizados con ladrillos, y cuyos antecedentes franciscanos datan de 1541.
La leyenda narra que un indígena llamado Juan Diego caminaba por el cerro de San Lorenzo un día de febrero cuando se le apareció la Virgen María. Él cargaba dos cántaros con agua tomada de un río que tenía fama de ser curativo, pero la Virgen lo condujo al manantial asegurándole que con ella curaría a los enfermos de la ciudad que estaban contagiados por una epidemia.
Los padres franciscanos supieron de este portento y acudieron al lugar donde vieron que un árbol del bosque ardía con el crepúsculo sin consumirse, y en su interior encontraron una talla de María realizada en madera de ocote, con influencia gótica, y que mide poco más de metro y medio, y la llevaron al templo de San Lorenzo donde fue colocada en el altar mayor, donde empezó a ser venerada.
Para 1617 se construyó un nuevo santuario cuyos fieles crecían en número, en sustitución del pequeño templo de San Lorenzo, de modo que éste estuvo dedicado a Nuestra Señora de Ocotlán, nombre que recibió la escultura porque era de madera de ocote.
La primera mención de este santuario se debe al historiador Diego Muñoz Camargo, autor de Historia de Tlaxcala, y luego, el beato Juan de Palafox y Mendoza, quien fue arzobispo de Puebla y Virrey de México, visitó esta basílica el 29 de julio de 1644, y allí rezó el santo rosario.
El templo como lo vemos hoy en día se hizo por disposición del arzobispo Diego Osorio de Escobar quien designó como responsable de la obra a Juan de Escobar, capellán de la iglesia, pero los trabajos continuaron con Francisco Fernández en 1691, quien instaló un retablo dedicado a la Virgen de Guadalupe.
La fachada, hecha con ladrillo rojo, tiene pilastras, columnas, cornisas ondulantes y líneas horizontales que forman un conjunto de singular belleza; allí están las imágenes de San Francisco de Asís, la Inmaculada Concepción, arcángeles y apóstoles.
En su interior, el camarín de la Virgen, realizado por Francisco Miguel Tlayoltehuanitzin, es una obra maestra, así como las pinturas que relatan la aparición de la Virgen a este indígena, cuya leyenda, probablemente, estuvo influenciada por la aparición en el Tepeyac de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego.
Nuestra Señora de Ocotlán fue coronada en 1907, aunque posee una corona desde 1795, y fue erigida como patrona de la Arquidiócesis de Puebla, en 1940. Esta es una de las advocaciones marianas más famosas de México, y que, desde su origen, recibió la veneración tanto de indígenas como de españoles.
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