Durante los funerales del Papa emérito Benedicto XVI, varios grupos y personas mostraron pancartas con la frase “¡Santo Súbito!”, con lo que expresan su deseo de que sea declarado santo de manera inmediata, y estas expresiones, llenas de esperanza y fe, son importantes porque dan testimonio público de que el pontífice es digno de ser elevado a los altares.
Durante los primeros años del cristianismo, cuando incontables mártires dieron su vida por amor a Cristo, era el pueblo, testigo de sus muertes, quien proclamaba santos a aquellas personas que fueron torturadas y murieron durante las 10 oleadas de persecución religiosa que hubo en el Imperio Romano.
El pueblo que era testigo de aquellos acontecimientos proclamaba santo súbito a quienes morían por su fe y como mártires de Cristo, por lo que comenzaron a ser venerados.
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Con los años, los pontífices fueron asumiendo la responsabilidad de las canonizaciones, y desde inicios del siglo XII el pueblo de Dios invitaba al Papa a que permitiera darles culto a los Siervos de Dios, por lo que finalmente en sus decisiones quedaron el hacer pública esta declaratoria.
El Papa Urbano VIII introdujo reformas en el procedimiento para llevar a cabo las causas de beatificación y canonización, las cuales se publicaron, en 63 páginas, en el año 1642.
En ese entonces se consideraba ilegítimo el culto que no fuera inmemorial o que no hubiera comenzado al menos 100 años antes de la publicación de dicha norma, esto es, antes de 1534.
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Las beatificaciones iniciaron en el siglo XVI, y a partir del siglo XVII eran un paso obligado antes de llegar a la canonización formal.
El Código de Derecho Canónico de 1917 estableció que debía iniciarse una investigación antes de proceder a una beatificación, y contemplaba dos procesos independientes, uno diocesano, en el lugar donde fallecía el candidato, y otro romano, que verificaba todo el procedimiento.
Actualmente las canonizaciones se rigen por la Constitución Apostólica Divinus Prefectionis Magister, documento que se deriva del Código de Derecho Canónico, en su Apéndice III, sin embargo, el Papa tiene la facultad de declarar santo a un candidato o de modificar estas disposiciones canónicas.
Cabe destacar que la práctica de la Iglesia, contenida en la bula papal Novae leges pro causis Sanctorum, establece que el proceso de canonización de una persona no puede comenzar antes de cinco años desde su muerte.
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Sin embargo, existe un precedente muy reciente, cuando el 28 de abril de 2005, el recién fallecido Papa emérito Benedicto XVI apoyó la solicitud hecha en favor de la santidad de Juan Pablo II, otorgando una dispensa de cinco años para el inicio de la causa de beatificación y canonización, que se inauguró oficialmente el 28 de junio del mismo año y su predecesor fue beatificado el 1 de mayo de 2011, para posteriormente, el 27 de abril de 2014, ser canonizado por el Papa Francisco.
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