San Serafín, el santo que inspiró una popular canción
El 12 de octubre, la Iglesia Católica recuerda a este santo que se distinguió por su amor y paciencia.
Una de las canciones infantiles más populares en México está dedicada san Serafín, santo italiano quien nació en el pueblo de Montegranario en el año 1540.
Este juego infantil dice: “San Serafín del monte, San Serafín Cordero, yo como buen cristiano…” y a continuación, una cadena de verbos que completan la última estrofa y que los niños, a manera de juego, tienen que hacer.
Tal vez tú la jugaste en tu niñez, pero ¿sabes quién es San Serafín?
El santo de la popular canción en México
El verdadero nombre de Serafín era Félix, quien pertenecía a una familia piadosa y muy pobre de Montegranario, un pueblito en Italia.
A los 10 años cuidaba las ovejas de un campesino del pueblo, y el trabajo lo combinaba con la oración permanente. Durante años vivió las penurias económicas de su familia y los maltratos de su hermano mayor, pero cuando ambos quedaron huérfanos los maltratos se volvieron peores.
Era analfabeta y junto con su hermano terminó trabajando en como albañil de una familia de apellido Mannucci, ahí se volvió cercano a la hija de la familia quien leía en voz alta, y a quien se acercaba para conocer más sobre la lectura. Ella le recomendó acudir con los frailes capuchinos de Tolentino y vivir con ellos, así lo hizo y por los religiosos recibió el nombre de Serafín a los 16 años de edad.
En la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos se distinguió por su sencillez, mortificación, largos períodos de éxtasis y obediencia, como era analfabeto le encargaban toda clase de oficios, la atención del huerto, como portero en los conventos y limosnero.
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Ingresar no fue cosa fácil, le dieron largas para aceptarlo en el noviciado, pero eventualmente su consejo fue buscado aun por los dignatarios eclesiásticos y seculares; en la oración de Serafín había una fuente de virtudes.
Un don especial que recibió del Espíritu Santo fue el poder leer en las conciencias y el de la sanación, como ocurrió con el gobernador de Ascoli a quien se dice que curó de un mal en la garganta con tan solo haber hecho la señal de la cruz.
Durante años sufrió humillaciones dentro y fuera del convento, curtiéndose en la virtud de la paciencia, pero él siempre fue bueno con la gente, y jamás negó a nadie el bien que pudo hacer. Tenía el don de llegar a la gente, amaba profundamente a la Virgen y difundió su devoción en los demás, sobre todo sentía piedad por los enfermos y los moribundos.
San Serafín falleció el 12 de octubre de 1604 y su tumba se encuentra en el convento de los capuchinos en la ciudad de Ascoli, mismo que se volvió centro de peregrinaciones.
Seis años después de su muerte, el Papa Pablo V autorizó que se encendieran veladoras junto a su tumba, lo que presagiaba que algún día sería puesto en los altares.
Él fue beatificado en 1718 y canonizado por el Papa Clemente XIII el 16 de julio de 1767, su fiesta litúrgica es el 12 de octubre.
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