El nombre de pila de Sor Juana Inés de la Cruz fue Juana Ramírez de Asvaje.
Hoy, en el día de su natalicio, recordamos a Sor Juana Inés de la Cruz, religiosa jerónima y una de las grandes exponentes de las letras hispánicas, escribió varios villancicos por espacio de 15 años, entre 1676 y 1691, y la mayor parte de esta producción se hizo por encargos que le hicieron los párrocos de distintas iglesias e incluso, del propio cabildo de algunas Catedrales, como la de México y la de Puebla.
Con estas aportaciones literarias, Sor Juana enriqueció el ambiente festivo y espiritual de las Navidades mexicanas, alegres de por sí gracias a las posadas, y además, les dio un elevado toque cultural.
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En sus versos destacan la Purísima Concepción de María a quien compara con una azucena y las rosas como la flor más bella del Edén, hace menciones a su majestad y da referencias bíblicas.
Con frecuencia utiliza estribillos, procurando la mayor participación de los fieles en sus villancicos.
“-¿Quién es aquella azucena
que pura entre todas brilla?
-Es, aunque azucena sea,
De Dios una maravilla.
-En su concepción sin mancha
¿tuvo asomos de cautiva?
-Muy libre se concibió,
Y fue en un Ave María.
Además de abordar el tema de la Navidad en el pesebre, Sor Juana Inés de la Cruz también dedicó algunos villancicos muy particulares a San Pedro Nolasco, San Pedro Apóstol y a San José.
Si en eso topó,
a lo que imagino yo,
tuvo oficio de Pastor
de un rebaño superior;
pues el Cordero Pascual,
y otro tal
que en Egipto repartieron,
todos fueron
figuras de Él que él guardó,
y el que vio
para víctima Abrahán,
pues que Juan
lo enseñó por Salvador:
y así José fue Pastor
sin igual.
Aunque los Villancicos tradicionales de aquellos años incluían algunas palabras en latín, Sor Juana aprovechó vocablos en náhuatl con ciertas libertades gramaticales, para imprimir un carácter popular y divertido.
Fue la Catedral Metropolitana de México el primer escenario donde se cantaron los villancicos de la llamada Décima Musa, y esto ocurrió en 1676.
Estos versos fueron publicados desde tempranas fechas, y pronto fueron incluidos en las colecciones más completas de su autoría y cruzaron las fronteras del virreinato.
Según algunos críticos, Sor Juana también aprovechó sus villancicos para hacer reflexiones de tipo social, como en el caso del maltrato que sufrían los pueblos indígenas y los negros. Por ello, además de tener un propósito evangelizador, muchos de estos textos adquieren un sentido profético y de denuncia.
Un ejemplo de ello es el “Villancico de ensaladilla”, en el que aparecen tres personajes: primero, un negro, que alaba a Dios con su particular modo de hablar el español; después, un estudiante pomposo, “de docto reventando”, que intenta expresarse en latín, pero en realidad habla en latinajos, provocando situaciones cómicas en su diálogo con quien no comprende la lengua; y finalmente, un indio, que canta “un tocotín mestizo / de español y mexicano”. Este “tocotín mestizo”, con el que concluye la representación según las indicaciones de Sor Juana, es la parte más conocida de la obra.
La palabra tocotín, de origen náhuatl, designaba originalmente una danza de contenido sagrado. Durante el periodo virreinal, se transformó en una pieza cantada de temática indígena, que solía incorporarse al teatro religioso popular.
En este tocotín mestizo, el uso del náhuatl o del “mexicano” es escaso: aparecen solo algunas oraciones o palabras dispersas. El indio se presenta como un personaje bueno y buen cristiano, y el humor de la escena surge del contraste entre su buena voluntad y su torpeza de fortachón, que intenta resolverlo todo a golpes.
Mati Dios si alli
Lo estobiera yo,
Censontle matara
Con un moxicon.
Según la información proporcionada por el propio canal, la letra es de Sor Juana y las piezas fueron musicalizadas en Bolivia en el siglo XVIII.
De acuerdo con el humanista, filólogo y sacerdote Alfonso Méndez Plancarte:“estos Villancicos y Letras sacras comprueban, contra la extendida idea de que sor Juana escribió poca poesía religiosa, cómo temas de esta naturaleza no sólo no le fueron del todo ajenos, sino que, con mucho, los frecuentó al correr de los años de su madurez.”
Con información de Carlos Villa Roiz, periodista especializado en temas religiosos, que cuenta con un libro sobre san Juan Diego
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