El Apocalipsis no tiene nada de una proyección fría e insulsa; en él todo es radiante y llamativo. El capítulo 6 del libro nos ofrece una muy buena ilustración respecto a los colores: el caballo rojo es sinónimo de la fuerza asesina y podrá fin a la paz en la tierra. Este color coincide con el símbolo universal rojo=sangre. Puede hablarse así de un poder sanguinario y pensar en las persecuciones y ejecuciones.
El caballo negro, anuncia un período de carestía, hambre y penuria.
El caballo verdoso, por el apodo que se le da no deja lugar a dudas sobre sus intenciones asesinas: se le llama “la Muerte”.
El caballo blanco sigue siendo el más difícil de interpretar; si se le une con los otros tres, debe anunciar alguna desgracia. Pero cuando se le menciona nuevamente en 19, 11-13, se muestra su identidad: se trata del Verbo de Dios y su actividad consiste en vencer.
Pero veamos los colores en la obra:
EL SIMBOLISMO CROMÁTICO | ||
Color | Simbolismo | Ejemplos |
Blanco | Mundo divino Resurrección Victoria Dignidad | El Hijo del hombre con cabeza y cabellos blancos (1, 14) La piedra blanca del vencedor (2, 17) Vestidos blancos de los fieles (3, 4.5.18; 6, 11; 7, 9.13; 14, 14; 19, 14) 24 ancianos vestidos de blanco (4, 4) Caballo blanco (6, 2; 9, 11) Caballos blancos de las tropas celestiales (19, 14) Nube blanca del hijo del hombre (14, 14) Trono blanco (20, 11) |
Negro | Desgracia – Miseria | Caballo negro (6, 5). representa la injusticia del hambre, y puede evocar cosechas quemadas como parte del juicio final (comparar Deut 32:22–23; Lam 5:10). Sol negro (6, 12) |
Rojo | Poder sanguinario – Violencia | Caballo rojo (6, 4) Coraza roja de los ángeles que siembran la muerte (9, 17) Dragón rojo (12, 3) |
Verde | Muerte | Caballo verde (6, 8). Su jinete es la Muerte, indica plaga, enfermedad y muerte |
Púrpura | Desenfreno | Gran Ramera (17, 4) Cargamento de los mercaderes de Babilonia (28, 12) Gran Ciudad (Babilonia 18, 16) |
Escarlata | Desenfreno El escarlata a menudo significa riqueza y estatus | Los mismos personajes (17, 3-4; 18, 12. 16) |
De acuerdo con el cuadro anterior, hay dos grandes colores que ocupan el primer plano en la escena: por una parte, el rojo y sus derivados (púrpura, escarlata), relacionados con el mundo de la bestia (persecuciones sangrientas y libertinaje); por otra parte, el blanco relacionado con el mundo del Cordero y con la resurrección.
De estos dos colores se deduce con toda claridad que es el blanco el que domina, radiante y lleno de fulgor; siempre simboliza la pureza espiritual. En particular, las vestiduras blancas simbolizan la santidad personal de quien las lleva (Ap 3, 4–5; 4, 4; 7, 9; 19, 14). Las vestiduras de Cristo y otros seres divinos son naturalmente blancas (ver Dan 7, 9; Mt 17, 2; 28, 3; Mc 9, 3, 29; 16, 5; Hch 1,10), pero las vestiduras de los santos y los mártires se emblanquecen (irónicamente) al blanquear los pecados escarlata en la sangre roja del cordero (Ap 7, 13–14; comparar Is 1, 18). A través de los tormentos de la violencia, se ven asomar los rayos de un mundo nuevo, iluminado por la fuerza de la resurrección de Cristo.
El autor del Apocalipsis no ve la realidad en blanco y negro; no es simple azar la utilización de un color u otro. La acentuación y el detalle cromático en las descripciones desvelan el deseo del autor por expresar pr medio de los colores una fuerte carga emotiva; son una expresión eterna de cuanto mueve el interior de la humanidad. Los colores, aplicados a la descripción de la vida espiritual, significan la intensidad y la liberación de la vida afectiva[4].
Así, el libro pinta un universo coloreado por cinco colores principalmente. La clave para interpretarlos es dada por su uso en el conjunto de la obra[5]. Los atributos que acompañan a los personajes y su relación con el bien y el mal nos proporcionan la interpretación de los mismos. De esta manera, el blanco simboliza la trascendencia y la victoria del Resucitado y de los que triunfan con él (por ejemplo, el vestido de Cristo y d sus discípulos); y el dorado y oro puro, que es el color que Juan reserva para la liturgia y para simbolizar la cercanía al Misterio divino.
En el lado opuesto, otros tres colores representan el rostro negativo de la historia: el rojo escarlata que simboliza lo demoniaco y lo violento (por ejemplo, el dragón), y el verde amarillento para representar la fragilidad de la vida, y el negro que designa la miseria, las amenazas y la injusticia social.
El Apocalipsis de Juan ha creado todo un lenguaje y un mundo nuevo. Es el Dios que se revela en Cristo; de ello precisamente quiere hablar el autor y se vale de todo un mundo simbólico con categorías únicas. “¿De qué otra manera, entonces, debería decirse lo que es por esencia inefable? ¿Cómo podría comunicarse el misterio oculto de Dios? Eso pretende el libro, descifrar, revelar un misterio”[1].
El libro está escrito buscando la interpretación y la motivación proféticas. Como vidente cristiano, el autor no sólo ofrece normas morales y advertencias descriptivas, sino que construye un universo simbólico y una estructura de plausibilidad, y esto con el fin de que la comunidad cristiana, una minoría, pueda entender e identificar a su opresor y dominador[2].
El mensaje es de motivación y aliento a una comunidad en conflicto. Su lenguaje mítico-simbólico empleado no es invención del autor; lo toma de la literatura judía y greco-romana, y al trabajar con asociaciones y alusiones a tradiciones míticas y religiosas-políticas tan divergentes, busca apelar la imaginación de su audiencia. De la misma manera, el autor redacta sus frases y párrafos con símbolos e imágenes procedentes de la Biblia hebrea y de la literatura judeo-apocalíptica. Sin embargo, el lenguaje simbólico no sólo proviene de las fuentes antes mencionadas, sino también de las babilónicas, las del zoroastrismo y asiáticas; esto vuelve un poco difícil su comprensión.
Al operar con asociaciones míticas y religioso-políticas, el Apocalipsis busca apelar a sus destinatarios, gente impregnada de la cultura y la religión judías y greco-romanas. Juan confiere fuerza retórica a su obra extrayendo símbolos e imágenes de sus contextos originales y colocándolas como piezas de mosaico en su composición literaria. El Apocalipsis es una sinfonía de imágenes.
El Apocalipsis es un libro principalmente litúrgico, un libro para celebrar y en el que se celebra, para ser orado y donde se recogen oraciones. Los símbolos rituales y ceremoniales van apareciendo a lo largo del libro, y subrayan su carácter sacro: alabanzas, súplicas, incienso, cantos, altar, perfumes, copas, actitudes orantes… Todo ello revela que Juan es conocedor del culto y las celebraciones judías, si bien, como es normal, los combina con elementos propios de la cultura cristiana.
La liturgia se celebra en dos escenarios: el cielo y la tierra; los dos planos forman parte de una misma realidad. Juan, el vidente, pasa de la tierra al cielo y del cielo a la tierra y contempla el cielo; en ambos escenarios ora y ambos escenarios son el lugar de la batalla entre el bien y el mal.
Penetrar en el mundo del Apocalipsis es entrar en un universo fantástico en el que los símbolos se encadenan o entrechocan, sin dejar nunca respiro al lector. El autor utiliza un número impresionante de registros simbólicos: los colores y las cifras, las figuras animales, simpáticas o monstruosas, los astros y los elementos cósmicos, convulsionados en una agitación profunda, gravitando el mundo vegetal y el animal en torno al árbol de la vida, con el mundo misterioso de la corte celestial y de los ángeles, o también los símbolos sacados directamente del lenguaje religioso y cultual del AT.
El libro del Apocalipsis se presenta como una sinfonía de símbolos[3]. El autor de este libro transmite su mensaje por medio de un mensaje simbólico codificado; las palabras escritas de este libro tienen que ser decodificadas, analizadas, para poder llegar así a su comprensión e interpretación. La obra ofrece simbologías que hace referencia a los animales, al mundo cosmológico, al ámbito de la liturgia. Podemos descubrir en el Apocalipsis una sinfonía simbológica que hay que descifrar para descubrir así el mensaje que busca transmitir. Una serie de símbolos que podemos descubrir muy particularmente en el Apocalipsis es la simbología aritmética y la simbología cromática, muy propias de este libro. Por ello, nos detendremos de manera particular en la simbología cromática, es decir en el mundo de los colores que esta obra nos presenta.
Los colores utilizados por el autor del Apocalipsis reflejan una profunda reflexión en la manera como el autor de la obra quiso plasmar la situación que la comunidad cristiana vivía, y comprendiendo el significado la capacitaba para reconocer no sólo los males que la acechaban (negro, rojo, verde, escarlata) sino también para reconocer a Aquel que los podía ayudar a vencerlos, el Cordero degollado pero de pie (Ap 5, 6 ), el león de la tribu de Judá (Ap 5, 5), simbolizado en el color blanco, color que domina totalmente en toda la profecía del vidente de Patmos.
[1] Cf. CONTRERAS MOLINA, Francisco, El Señor de la vida. Lectura cristológica del Apocalipsis, Sígueme, Salamanca, 1991, p. 19.
[2] Cf. SCHUSSLER FIORENZA, E., El Apocalipsis, visión de un mundo justo, Verbo Divino, Stella, p. 47-50.
[3] Cf. PRÉVOST, Jean-Pierre, Para leer el Apocalipsis, Verbo Divino, Estella, 1994, p. 35-43
[4] Cf. BERNARD, Charles André, Théologie symbolique, p. 261.
[5] Cf. ROJAS, Ignacio, Los símbolos del Apocalipsis, Verbo Divino, Estella, 2016, p. 123.
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