¿Qué escribió Jesús en la tierra en el pasaje de la mujer adúltera?
Jesús escribió algo en suelo ante los escribas y fariseos que le presentaron a una mujer adúltera. ¿Sabemos qué fue lo que escribió?
En el pasaje de la mujer adultera, el evangelista San Juan comparte que en dos ocasiones Jesús escribió en la tierra. Los escribas y fariseos presentaron a Jesús una mujer sorprendida en flagrante adulterio, es decir, en el momento en que estaba sucediendo y, para ponerle una trampa, le preguntaban qué tenían que hacer con ella, ya que la Ley de Moisés pedía que muriera apedreada.
El texto nos dice: “Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo” (Jn 8,6b-8).
La gran pregunta ante esto es ¿qué escribió Jesús? La respuesta es muy concreta: no lo sabemos, porque el evangelista no nos da más detalles.
Las interpretaciones a lo que escribió Jesús
Sin embargo, este gesto ha tenido muchas interpretaciones. Una de las más populares es la que remite alegóricamente al profeta Jeremías: “Señor, esperanza de Israel, quienes te abandonan fracasan; quienes se apartan de ti quedan inscritos en el polvo por haber abandonado al Señor, la fuente de agua viva” (Jr 17,13).
Algunos padres de la Iglesia, como San Agustín, defendían que el gesto de Jesús hace referencia a que quienes abandonan a Dios es igual a quedar inscritos en el polvo.
Algunos otros piensan que Jesús escribía los pecados de los fariseos y de la mujer adultera y otros tantos pensaban que escribía la sentencia de misericordia y perdón.
Jesús al inclinarse a la tierra para escribir quiere expresar condescendencia con aquellos que estamos hechos de polvo. Nos mueve a no sentirnos perfectos, a no juzgar injustamente y a no condenar a aquellos que pecan de una manera distinta a la nuestra.
En este contexto resuenan en nuestros corazones las palabras del evangelista San Lucas que nos dice: “estén alegres porque sus nombres están inscritos en el cielo” (Lc 10,20). El pecado podrá quedar grabado en el polvo y este puede ser borrado, pero nuestra vida puede estar escrita en un lugar imborrable: el cielo.
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