¿Se puede ser feminista y católica? 4 pensadoras que combinan la fe y la lucha por la igualdad

Leer más

El desconocido sello de los monjes en el diseño de las medallas olímpicas de México 1968

Las medallas, suvenires, entre otros elementos de la identidad olímpica fueron creados por manos de monjes benedictinos.

El desconocido sello de los monjes en el diseño de las medallas olímpicas de México 1968
El arquitecto y monje benedictino fray Gabriel Chávez, encargado de diseñar suvenires y las medallas conmemorativas. Foto: Especial

Han pasado 50 años desde que México se convirtió en el primer país de América Latina en albergar unos Juegos Olímpicos. Las Olimpiadas de México de 1968 marcaron un antes y un después debido a que todas las propuestas gráficas se convirtieron en un referente de innovación para aquel entonces.

La imagen de la justa deportiva apelaba a la sencillez y a destacar la gran riqueza cultural del país. Las medallas conmemorativas y suvenires cumplieron con su propósito y quedaron muy alejadas de los estereotipos de “un sombrero de charro y un sarape”, como quería el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, entonces Presidente del Comité Olímpico Organizador.

De acuerdo con el arquitecto Javier Ramírez, hijo de Ramírez Vázquez, su papá tenía el reto de sacar adelante toda la imagen: medallas, suvenires, letreros, panfletos, tipografía, vestimenta, señalizaciones, entre otros detalles, y todo esto en sólo dos años. “Se tuvo que rodear de gente competente y con una visión muy clara de lo que se quería transmitir al mundo”, explica.

El arquitecto y monje benedictino fray Gabriel Chávez de la Mora falleció el pasado 17 de diciembre del 2022. Foto: Especial

Fue así que Ramírez Vázquez contactó a los creativos de los Talleres Emaús, a cargo de los monjes benedictinos Ernesto Paulsen y Gabriel Chávez de la Mora, para diseñar particularmente las medallas conmemorativas, suvenires y tarjetas postales de México 68.

Todas y cada una de las medallas conmemorativas y suvenires fueron hechas en plata y a mano. De acuerdo con el arquitecto, en cada pieza se observaba el extraordinario trabajo de artesanía. Las medallas olímpicas tenían por un lado el nombre de la competencia, con la tipografía característica de las olimpiadas, y por el otro los detalles de la sede olímpica.

Los suvenires fueron punto y aparte. También cada uno hecho a mano, con la firma de los Talleres Emaús. “Había muchas cosas medio psicodélicas, pues estábamos en la época hippie, pero lo que me llamó la atención fue cómo ambos religiosos pudieron captar muy bien la naturaleza de la época (…) son diseños que si ahorita los usas no parecieran de hace 50 años”.