Lo único que quería Adriana era despedirse de su hijo con un abrazo, algo que le negaron.
“Se murió. Y no está padre que se te muera un hijo”, advierte Adriana Castro de Alverde con voz entrecortada en el conmovedor fragmento de una entrevista viral.
Tenía treinta años de edad cuando murió el segundo de sus tres hijos de 3 años, debido a que, durante una cirugía de anginas, le rasgaron su vena carótida y eso le provocó muerte cerebral.
En medio del dolor, le propusieron donar los órganos de Alejandro.
“Hagan lo que quieran. Corrí con él. Y algo que me dolió un chorro es que le dije al doctor: si van a tomar los órganos, porfa déjenme despedirme de él. ¿Me dejan cargarlo? Y el doctor me dijo: si lo cargas, se puede mover la intubación, y podemos perder los órganos”.
“Entonces le dije: ¡Pero lo quiero cargar, déjame despedirme de él! Él replicó: Es tu decisión. Así que… yo no doné nada más los seis órganos de mi hijo; ¡doné ese último abrazo que me negaron!”.
Casi una década después, Adriana fue diagnosticada con cáncer de mama, uno que superó, pero que la dejó lastimada. “Tener que pasar por mastectomía, el proceso de quedarse calva y perder el deseo de vivir”, fueron algunas de las situaciones que enfrentó.
Afortunadamente, el saberse acompañada por su familia le ayudó a salir adelante. Y en la actualidad, es ella quien acompaña a otros que pasan por una situación similar.
Tras la muerte del niño, hijo de Luis Eduardo y Adriana, en octubre de 2004 las familias Alverde Castro y Castro Careaga fundaron en Sinaloa (México) la Asociación ALE, I.A.P. a fin de compartir su testimonio de haber donado sus órganos e impulsar esta noble acción en México.
En conversación con Desde la fe, Adriana Castro comentó sobre ese abrazo que no pudo darle a su hijo y sobre el significado que adquirió cuando ese dolor obtuvo un sentido.
“Ese último abrazo a ti te conmueve y a mí me duele. Lo digo en estricto sentido de relación madre-hijo, porque lo último que me gusta hacer cada noche antes de dormir es recibir el abrazo y la bendición de mis hijos”.
“Cuando no lo recibo, siento como que algo me falta. Sé que debo darles su libertad, pero no me queda más que pedírselos todos los días. Y cuando a Alejandro se lo quise dar, me dijeron que podía fallar la donación, que se podían perder los órganos”.
“Yo sabía que la misión de ‘Ale’ era ser grande, y ser grande a través de donar sus órganos, y yo no podía quitarle esa misión a su existir. Entonces, ahora recibo cada abrazo de los pacientes como uno de él”.
“Me quejé y me duele no haber tenido su último abrazo, pero él no se cansa de mandármelos hoy a través de muchos pacientes”.
“A todas las mamás que han perdido un ser querido, les digo que sé lo que debe estar pasando en su alma y en su corazón; ese dolor en el pecho cuando sientes que te vas a morir, que se te va a ir el aire”.
“También les puedo decir que yo desde chiquita le pedía a la Virgen María poder parecerme a Ella, porque siempre me la han puesto como una figura muy grande a seguir. Y Ella entregó a su Hijo; con mucho dolor, pero lo entregó”.
“Así me pasó a mí: yo lo entregué con mucho dolor, pero sabiendo que se había cumplido su misión de vida. Y todas las personas estamos en el mundo con una misión de vida; y al final, en algún momento nos pedirán cuentas”.
“Ese dolor, creo que va a estar hasta el día en que me vuelva a encontrar con ‘Ale’; sin embargo, es un dolor que hoy tiene sentido, porque me tiene trabajando para apoyar a tantas personas que necesitan un trasplante, a tantas mamás que están tristes porque no hay dolor que explique esta sensación de vacío, impotencia y frustración”.
“Y aunque da mucho coraje que te digan que ‘el tiempo ayuda’, 19 años después de aquel día, les puedo asegurar que el tiempo sí ayuda… Tu hijo te quiere feliz, te quiere plena. Imagina que te ve por un hoyito y que te lo imagines mirándote; piensa cómo te quiere él ver a ti desde el Cielo”.
“A Dios y la Virgen les pido fe. Es lo que les pido todos los días. Que me llenen de fe, que me llenen de amor, que me ayuden a perseverar en este abandono que siento y que vivo hacia ellos”.
“Todas las noches les pido por las mujeres que se van a casar con mis hijos. Y por el esposo de mi niña. Esa es una petición especial que les hago para que mis hijos puedan permanecer unidos a nuestra fe, con sus familias, con sus esposas y con sus hijos”.
“La vida se vive viviendo, se vive en gerundio. Amando es como se ama, caminando es como se anda. Cuando uno lleva el amor a la acción es cuando verdaderamente está ayudándole al alma a trascender”.
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