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¿La infidelidad es pecado grave?, ¿qué tan grave?

11 febrero, 2022
¿La infidelidad es pecado grave?, ¿qué tan grave?
La infidelidad es un pecado grave.

¿La infidelidad es pecado? Debemos comenzar por reflexionar que para el hombre moderno, la sinceridad ha dejado de ser una cualidad fundamental de la sana convivencia.

Así es. Hoy nos cuesta llamar a las cosas por su nombre, y por eso mejor optamos por darle vueltas a los conceptos y definiciones, sin importar que esto nos prive de la verdad.

Hoy privilegiamos nuestros derechos y dejamos en segundo lugar las obligaciones que estos derechos nos imponen. De esta manera, si en la lectura de nuestros derechos se omiten sus respectivas obligaciones, no nos esforzamos en buscar cuáles son éstas.

Así, queriendo encontrar la libertad, nos olvidamos de formar comunidades de vida y de que somos miembros de una sociedad.

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La infidelidad y su laxitud en la actualidad

Hasta el año 2011, el Código Penal Federal contemplaba la pena de prisión hasta de 2 años y privación de sus derechos civiles al hombre o mujer que fuera hallado por su pareja en consumación de una relación sexual, siempre que ésta se produjera en el domicilio conyugal o con escándalo. No obstante, las consecuencias legales para los infieles quedaban anuladas con el perdón de su pareja.

Sin embargo, para el Estado moderno, la infidelidad es un tema que poco o nada corresponde a la esfera pública, sino a la privada. Si la institución de la familia se debilita o se rompe, su tarea se enfoca en tramitar divorcios y gestionar asuntos relacionados con este tema.

Y si bien el deber del Estado hoy debe circunscribirse al orden público, no se puede decir que abunden las políticas en favor de la familia, menos aún de la unión matrimonial.

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¿Qué es la infidelidad?

Por otra parte, me di a la tarea de buscar en las fuentes más usadas de internet la definición de “infidelidad” y la mayoría sólo dan descripciones como las siguientes: “El que no es fiel” o “Falta de fidelidad” o incluso “Falta de fe católica”.

Para la Iglesia -que no sólo está al tanto de que las sociedades se desarrollen convenientemente, sino que también pugna por el bien de cada ser humano- resulta indispensable llamar a las cosas por su nombre, así que llama a la infidelidad “adulterio”.

El Catecismo de la Iglesia Católica, en el n. 1644, establece que el amor de los esposos exige, por su naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: “De manera que ya no son dos, sino una sola carne” (Mt 19,6; cf Gn 2,24). “(Los esposos) están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total”.



También el Catecismo señala, en el n. 1646: “El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos que se hacen mutuamente los esposos. El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero”.

Y “Esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos personas, así como el bien de los hijos, exige la fidelidad de los cónyuges y urge su indisoluble unidad” (GS 48,1).

¿En qué consiste la gravedad de la infidelidad?

En el mundo moderno, todo suele girar en torno al “yo”, perdiendo la esencia de lo que significa ser Persona.

Ser Persona sólo se puede lograr en relación con los otros, pues sólo con los otros es posible formar una sociedad, la cual es necesaria para la plena realización de cada uno.

Todos nos necesitamos personal, social, laboral y espiritualmente; es decir, que somos seres en continua relación, por lo que se hace indispensable el amor y el respeto a nosotros mismos y a los demás.

Debemos tener en cuenta que los mandatos y prohibiciones que Dios nos hace son para nuestra felicidad y salvación.

Así, la gravedad de la infidelidad en el matrimonio consiste en que es ofensa al plan de Dios, y por lo tanto a Dios mismo, al prójimo y a uno mismo.

Penoso es que, por comodidad, optemos por lo descartable, que nos neguemos a madurar como Personas, pues luchar por alcanzar la estabilidad lleva a un auténtico compromiso personal, emocional, social y religioso.

Por último, quiero decir que la fidelidad es una cualidad que aplica también para nosotros los sacerdotes, a fin de poder desempeñar a plenitud nuestras responsabilidades sociales y laborales.

Si actualmente la infidelidad se ha vuelto algo común, el hecho de que esté de moda y todo mundo lo haga, no significa que sea buena y, por ello, sea justificable.





Autor

Es sacerdote diocesano y director de la Dimensión de Bienes Culturales de la Arquidiócesis Primada de México. Actual párroco en la iglesia de San Pío Décimo en la Ciudad de México. 

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