Horóscopos, astrología y signos zodiacales ¿Qué dice la Iglesia?
El padre Rogelio Alcántara, director de la Doctrina de la Fe de la Arquidiócesis de México, responde tus dudas.
Un gran número de personas en todo el mundo leen o escuchan su horóscopo todos los días. Algunos por curiosidad o diversión, y otros con toda seriedad, movidos por inseguridad, desesperación o ignorancia, creyendo supersticiosamente lo que ahí se dice. Pero, ¿Sabes qué opina la Iglesia sobre los horóscopos?
Tal vez tú también tú también hayas consultado tu horóscopo, ¿qué buscas al hacerlo?, ¿de verdad crees lo que ahí te pronostican?
Veamos qué significa la palabra horóscopo, de dónde proviene, qué alcances podría tener, qué dice la ciencia sobre ellos y, sobre todo, qué nos dice la fe.
¿Qué son los horóscopos?
Empecemos viendo su raíz etimológica. La palabra horóscopo proviene del griego: “ὥρα”, “hora” y “σκοπέω” o “skopeo” que significa “examinar” u “observar”; pero, aunque por su origen sería simplemente examinar la hora, se podría definir como: la supuesta adivinación de tu futuro y la descripción de los rasgos de tu personalidad, tomando en consideración la posición de los astros en la hora y el día en que naciste.
Por esta fecha se te asigna un signo del Zodiaco, el cual de acuerdo a su posición en el firmamento, determinaría como eres y lo que te sucedería cada día de tu vida.
Tenemos noticias de que ya los antiguos caldeos usaban los horóscopos, también los chinos, los egipcios, los griegos y los romanos los utilizaron, pero su fuente de inspiración ha ido cambiando a lo largo de la historia, van desde la asignación de un dios pagano a la persona que nace en tal o cual fecha, hasta la determinación de la personalidad y de su futuro por la posición de su signo zodiacal en el día que nació.
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Astronomía y astrología
Es muy importante no confundir la astronomía (ciencia que estudia los astros, sus posiciones, movimientos y todo cuanto existe relacionado a los mismos) con la astrología que es una especulación, sin base científica, que predice o adivina el futuro de los seres humanos, basándose en la posición de los astros.
Cierto es que éstos de alguna manera lejana e indirecta influyen en los seres humanos.
Veamos. Nosotros formamos parte de un universo cuyos cuerpos se influyen mutuamente y que, los más cercanos afectan directa y físicamente a nuestro planeta, como por ejemplo: en los vientos, las mareas, las estaciones, etcétera.
A su vez, esto influye en las realidades corporales del hombre (las alergias, las cefaleas, etc.) terminando por afectar algunos de los sentidos internos (como la imaginación y la memoria o hasta los instintos –afirma Santo Tomás de Aquino–) lo cual tiene consecuencia en los estados anímicos, la concentración, el desenvolvimiento en el propio trabajo, etc.
Sin embargo, más allá de una influencia física directa, los astros no pueden predecir o determinar los actos libres del hombre.
Si se acepta lo que dicen los astrólogos en sus horóscopos se caería en la negación de la libertad humana y la Providencia divina; se afirmaría el fatalismo y el determinismo absoluto, y se desembocaría en la superstición y la idolatría.
¿Qué dice la ciencia sobre los horóscopos?
Sencillamente, que son una farsa. Que el zodiaco es una franja imaginaria en el firmamento donde aparecen 12 o 13 constelaciones (que los astrólogos no se ponen de acuerdo).
Que las únicas fuerzas que ejercen estos astros sobre la tierra son: la de gravedad y la electromagnética (pero que en este sentido la computadora que tenemos delante, ejerce más estas fuerzas sobre nosotros que aquellos astros).
Que si se dividieran los 12 signos zodiacales entre la población mundial, 7 mil millones de habitantes, daría como resultado que a más de 500 millones de personas les pasaría lo mismo, todos ellos estarían caminando por los mismos triunfos o derrotas de la vida.
Y la Iglesia, ¿Qué dice sobre los horóscopos?
El Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) en el número 2116 nos enseña que: “Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se suponen ‘desvelan’ el porvenir (cf. Dt 18, 10; Jr 29).
La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a ‘mediums’ encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios”.
Conclusión
Querer conocer el futuro es una gran tentación, sobre todo si se plantea como una herramienta para tomar siempre las decisiones correctas. Consultar el horóscopo para este propósito, implica un deseo desordenado de querer dominar el tiempo, lo cual no nos compete y caeríamos en pecado grave, además de que quien se aficiona a esta práctica abrirá la puerta a los demonios, a los poderes ocultos de los que habla el Catecismo.
Hemos de rechazar tajantemente este tipo de adivinación y poner nuestro futuro en las manos de Dios, Él es Padre amoroso y Providente sabe lo que necesitamos y está al pendiente de nosotros.
Confiemos en Él y no en las criaturas, porque esta es nuestra auténtica previsión del futuro y nuestra fuerza para emprenderlo: “Yo, Señor confío en ti; yo te he dicho: ¡Tú eres mi Dios! Mi vida está en tus manos” (Sal 31,14).