Una madre de familia deseaba mucho que su hijo aprobara su examen de titulación, y le prometió a Dios que si aprobaba, él se iría caminando a un santuario lejano, es decir, hizo una ‘manda’ o promesa a nombre de otra persona. ¿Esto es correcto?
Una manda es una promesa que se hace a Dios, a la Virgen o a un santo, ya sea como una penitencia, para pedir un favor o para agradecer una intercesión, pero es individual, así lo explica el sacerdote Eduardo Michel Flores en su columna del Semanario de la Arquidiócesis de Guadalajara.
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El joven de la historia aprobó su examen pero se rehusó a cumplir la manda porque él no hizo ninguna promesa. Y con esta decisión él no incurrió en un error.
“Una persona no puede prometer una manda en el lugar de otra persona, ni obligarla a realizar la penitencia”, explica el sacerdote en su columna.
“La promesa se hace en primera persona y nadie debería prometer una ‘manda’ por terceros” explicó el padre Flores. “Las penitencias y las “mandas” son un compromiso personal y no un compromiso que una persona hace por otra. Hay que aclarar que uno no está obligado a cumplir una manda hecha por otro”, agregó.
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Para hacer una manda es fundamental la actitud del creyente que se fía de Dios y se ofrece a sí mismo. No tiene tanta importancia lo que se entrega sino el significado de la ofrenda.
Cumplir las promesas que se hacen a Dios es una muestra de amor y respeto de hijos a quien es siempre fiel a su alianza.
Aquí puedes leer completa la columna del padre Michel Flores.
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