¿Cómo afianzar a los niños en su sexo?
Mientras la ideología de género avanza, no debemos permitir que los niños sufran la confusión de su identidad sexual. Afiancemos su sexo.
A Manuelito le gusta ponerse los tacones de su mamá. El niño tiene siete años y le llama la atención cómo ella se pinta las uñas y se maquilla. Él le pide que le enseñe a hacer lo mismo. La madre de Manuelito se queda desconcertada y no sabe cómo actuar.
Ella tuvo dos hijos varones y siempre soñó con tener una niña. Su tentación es permitir a Manuelito que se maquille y se pinte las uñas obedeciendo al deseo de haber tenido una hija a quien enseñarle las conductas propias de las mujeres. ¿Qué debe hacer esta madre de familia?
Hace algunas décadas los varones y mujeres tenían muy bien definido su comportamiento, su manera de hablar y de vestir. Era impensable que un hombre llevara aretes o que usara maquillaje, y que una mujer dijera malas palabras y vistiera con pantalones de mezclilla rotos.
La ideología de género enseñó que era necesario borrar la frontera entre los sexos, y que varones y mujeres podían adoptar conductas y formas del sexo contrario. Hoy cada vez son más frecuentes los adolescentes varones que se maquillan y adoptan conductas afeminadas, así como mujeres masculinizadas que visten y se comportan como hombres.
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La creciente moda transgénero o transexual es hija de la conducta unisex de hace algunos años, y hoy ha adquirido tintes políticos. Se está adoctrinando a las nuevas generaciones para que emigren al sexo contrario a base de tratamientos hormonales y hasta cirugías, con los riesgos, desequilibrios y enfermedades mentales que pueda traer, y que ya explicamos en el artículo anterior.
Muchos padres se quedan perplejos ante su niña que les dice que quiere ser hombre, y muchas veces no saben qué hacer. Otros insensatamente consienten que su hijo pueda convertirse en una persona del sexo contrario, si así él se siente cómodo.
¿Cómo afianzar a un hijo en su propio sexo?
Ricardo Sada Fernández en su libro sobre educación sexual a niños, adolescentes y jóvenes, explica que un niño, entre los dos y tres años, sabe perfectamente cuál es su sexo. Se lo han revelado por la manera en que lo visten, le cortan el cabello y por el tipo de juguetes que le han proporcionado. Ha escuchado que los demás lo tratan con el pronombre “él” si es niño, o “ella” si es niña. Por eso la ideología de género busca modificar el lenguaje, introduciendo palabras como “todes” o “compañeres”, –que además de destruir el idioma– crean conflictos de identidad en las nuevas generaciones.
Sin embargo, si los padres quieren procurarle salud mental a sus hijos y una personalidad equilibrada, es importante que los afiancen en su propio sexo.
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¿Cómo lograrlo?
Deberán de educarlos dándoles ejemplo en su manera de comportarse. Los niños aprenden a ser varones observando a su papá, y las niñas a su mamá. Si el padre muestra a su hijo características varoniles como la firmeza, el vigor, el emprendimiento, la conquista del espacio, el dominio y la capacidad para afrontar retos, el ser fuerte, justo, emprendedor, el sentido de conquista y aventura, sabrá preparar a su hijo a comportarse como hombre.
Una madre que quiera educar a su niña en la feminidad deberá transmitir para ella características como la intuición, la cercanía a las personas y a las situaciones; el conocimiento a través del corazón sintiendo lo que siente el otro; el ser cobijo para todos y dar calor de hogar a su familia. De esa manera su hija desarrollará virtudes como la ternura, la abnegación, la renuncia y el amor por su familia.
Tener ejemplos claros de masculinidad y feminidad hará que los niños se afiancen en su sexo, sintiéndose felices y seguros. Cada uno de los cónyuges deberá proyectar una imagen adecuada sobre la masculinidad y la feminidad.
Regresemos al caso de Manuelito. Afortunadamente la madre de este niño que siente curiosidad por hacer ciertas cosas de mujeres, ha sabido reaccionar adecuadamente, y sabe encauzar el comportamiento de su hijo para afianzarlo en su sexo. No lo regaña por la petición del niño de maquillarse como ella, sino que mejor lo invita a ponerse espuma de afeitar en su rostro para hacer un ensayo de lo que será su vida cuando se rasure, como su papá, o a vestirse varonilmente como su padre.
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Los niños entre dos y seis años logran la identificación con su progenitor del mismo sexo. Por eso la ideología de género busca intervenir en la educación de los niños desde la etapa preescolar creando confusión en su identidad sexual. Los padres deben estar muy atentos a lo que ocurre en la escuela y oponerse con firmeza a cualquier iniciativa educativa que lleve a sus hijos a comportarse como el sexo que no son.
Los padres deben también cortarles el cabello varonilmente a sus niños, y femeninamente a sus niñas; han de procurarles juguetes a los niños como balones, herramientas, coches, espadas o máscaras de luchador; y a las niñas muñecas, casitas, accesorios para la cocinita, o para pintarse.
Es importante que los niños tengan juegos varoniles con su papá con cierta brusquedad, y las niñas participen en actividades femeniles más delicadas con su mamá. Y que también los encaucen hacia su identificación sexual diciéndole, por ejemplo, la madre a su niño: “camina rápido como tu papá” o “cómete tus verduras como tu papá” o “ponte tus botas como tu papá”. Y el padre a su niña: “cambia el vestido a tu muñeca como tu mamá” o “qué bonito te arreglaste tu cabello, como tu mamá”.
Cuando en la familia falta el papá, es conveniente invitar a tíos, cuñados o algún varón cercano que conviva con el niño para ayudarle a su identificación con su mismo sexo. Si falta la madre, el proceso de identificación de una niña es más fácil ya que, por lo general, no faltan las abuelas y las tías que les facilitan el proceso.
Mientras la ideología de género avanza, no debemos permitir que los niños sufran la confusión de su identidad sexual. Hemos de facilitarles la identificación con su sexo biológico para que, de esa manera, puedan crecer seguros, fuertes y felices.
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El P. Eduardo Hayen es Director de Comunicación de la Diócesis de Ciudad Juárez.
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