¿Por qué no celebrar la mejor Navidad de mi vida?, ¿qué podría hacer para pasar este año una verdadera Feliz Navidad? Me lo pregunto porque sé que todos tenemos un anhelo de felicidad muy hondo y parece que esperáramos el momento “mágico” de esa noche para ver si lo colmamos. Pero desafortunadamente tenemos la experiencia de otros años: pasa la noche esperada y al día siguiente un vacío y “un mal sabor de boca” en el alma, porque felicidad hubo poca y más bien abundaron los sinsabores.
Es lo que he oído muchas veces en “historias” que te cuentan y que podríamos titular “Decepción navideña”. Se resumen en lo siguiente: la persona prepara con tanta ilusión esa noche pensando que todo saldrá como lo espera, pero se olvida de que los demás tienen defectos, imperfecciones, que tenemos que interactuar con gran cantidad de personas, que surgen contingencias de todo tipo y al final algo o alguien te decepciona y te amargan la que debería de ser la noche más dulce; te hacen mala la Noche Buena.
Pero, ¿no podríamos hacer algo para no formar parte de estas historias de decepción? Sí que podemos, depende de ti, y aquí tienes tres consejos.
Te parecerá extraño que este sea mi primer consejo, pero es fundamental. Dios no nos decepcionará. Él ha pensado en la Navidad más que nosotros, la pensó desde el momento en que engendraba al Hijo antes de todos los siglos y después en el inicio de la creación (cf. CEC 280) Luego fue preparando esa noche a través de toda la Historia del pueblo de Israel “hasta llegar la plenitud de los tiempos” (Gal 4,4). Nadie como Él la preparó y sin embargo, la libertad de sus creaturas casi se la arruina.
Pues bien, en la Misa es como si este gran acontecimiento de nuestra salvación volviera a pasar. Dice el Catecismo en el número 1104 que “la Liturgia cristiana no sólo recuerda los acontecimientos que nos salvaron, sino que los actualiza, los hace presentes”. Así, la Misa de Navidad, por la acción del Espíritu Santo, actualiza el misterio del Nacimiento del Salvador; si no hubiera Misa, no se actualizaría, no se haría presente la Navidad. Si comprendiéramos esto los católicos abarrotaríamos las iglesias esa noche.
Qué bueno que se reúna la familia y se cene sabroso, qué bueno que se adorne y se den regalitos unos a otros, pero esto no hace la Navidad. Una Navidad sin Misa, no sería Navidad, porque muchos en el mundo celebran espléndidamente esta noche pero independientemente de Cristo; celebran una Navidad pagana que parece derrochar espuma de felicidad artificial, pero cuyo encanto termina al pasar el efecto del alcohol.
Navidad es nacimiento, es celebrar el misterio del nacimiento del Salvador, es hacerlo presente y actual en la santa Misa, es contemplar el amor de Dios que nace por nosotros. Por esto, Navidad es ir a Misa y paladear este misterio en el silencio del alma y compartir la alegría que da la certeza de tener a la mano el camino de la salvación. Navidad es salir de Misa con deseos incontenibles de renovación, con propósitos firmes de conversión, con ganas de hacer felices a los demás.
Me gustaría compartirte el origen de este consejo, lo haré en otra ocasión; ahora quisiera sólo que tengas presente que la impaciencia y el enojo son de los más grandes enemigos de la celebración de Navidad. Si estuviéramos preparados para hacer muchos actos de paciencia y caridad, “otro gallo cantaría”. Si fuéramos un poquito más comprensivos, si nos pusiéramos en los zapatos de los demás, si nos olvidáramos de nosotros mismos y colaboráramos más a remediar sus necesidades, experimentaríamos la paz que trae la Navidad.
Jesús, cuyo nacimiento celebramos, nos ha dicho: “No he venido a ser servido sino a servir y a dar mi vida por los demás” (Mt 10,45). Si queremos vivir la mejor Navidad de nuestra vida, hemos de pensar en servir. En nuestra donación en el servicio encontraremos nuestra realización personal. Piensa en hacer tú lo que quieras ver en los otros: quieres verlos puntuales, diligentes, acomedidos, hazlo tú; quieres verlos atentos y serviciales, hazlo tú. No seas de aquellos que inventan pretextos para no servir, de los que se entretienen haciendo cualquier tontería porque le huyen al trabajo pesado, de los que quieren ser servidos y exigen y hasta se enojan alardeando que ya hicieron mucho porque cooperaron económicamente. Sal de tu egoísmo de una vez por todas y verás cambios a tu alrededor.
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