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COLUMNA

Comentario al Evangelio

Lecturas de la Misa y Evangelio del Domingo 30 de noviembre 2025

Adviento es tiempo de esperanza, un tiempo idóneo para recordar que Cristo, con su nacimiento, nos trajo la liberación de la esclavitud del pecado.

28 noviembre, 2025
Lecturas de la Misa y Evangelio del Domingo 30 de noviembre 2025
Foto: Especial

Lecturas y Evangelio del 30 de noviembre de 2025

  • Primera Lectura: Del libro del profeta Isaías: 2, 1-5
  • Salmo: Salmo 121
  • Segunda Lectura: De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 13, 11-14
  • Evangelio del día: Del santo Evangelio según san Mateo: 24, 37-44
  • Comentario al Evangelio

Primera lectura

Del libro del profeta Isaías: 2, 1-5

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y Jerusalén: En días futuros, el monte de la casa del Señor será elevado en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas, y hacia él confluirán todas las naciones.

Acudirán pueblos numerosos, que dirán: “Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor”.

Él será el árbitro de las naciones y el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas; ya no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán para la guerra.

¡Casa de Jacob, en marcha! Caminemos a la luz del Señor.

Palabra de Dios.

Salmo

/R/ Vayamos con alegría al encuentro del Señor.

¡Qué alegría sentí, cuando me dijeron: 
“Vayamos a la casa del Señor”! 
Y hoy estamos aquí, Jerusalén, 
jubilosos, delante de tus puertas. /R/

A ti, Jerusalén, suben las tribus, 
las tribus del Señor, 
según lo que a Israel se le ha ordenado, 
para alabar el nombre del Señor. 
En ella están los tribunales de justicia, 
en el palacio de David. /R/

Digan de todo corazón: “Jerusalén, 
que haya paz entre aquellos que te aman, 
que haya paz dentro de tus murallas 
y que reine la paz en cada casa”. /R/

Por el amor que tengo a mis hermanos, 
voy a decir: “La paz esté contigo”. 
Y por la casa del Señor, mi Dios, 
pediré para ti todos los bienes. /R/

Segunda lectura

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 13, 11-14

Hermanos: Tomen en cuenta el momento en que vivimos. Ya es hora de que se despierten del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas y revistámonos con las armas de la luz.

Comportémonos honestamente, como se hace en pleno día. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujurias ni desenfrenos, nada de pleitos ni envidias. Revístanse más bien de nuestro Señor Jesucristo y que el cuidado de su cuerpo no dé ocasión a los malos deseos.

Palabra de Dios.

Evangelio

Del santo Evangelio según san Mateo: 24, 37-44

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Así como sucedió en tiempos de Noé, así también sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Antes del diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca. Y cuando menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se llevó a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Entonces, de dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro será dejado; de dos mujeres que estén juntas moliendo trigo, una será tomada y la otra dejada.

Velen, pues, y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor. Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre”.

Palabra del Señor.

Comentario al Evangelio

La vida cristiana es Adviento

Con este primer domingo de Adviento comienza un nuevo Año litúrgico. No se inicia con una fiesta sino con la preparación para una fiesta. Durante cuatro domingos estaremos en espera pronta de la llegada de Cristo nuestro redentor.

El adviento desde el punto de vista espiritual, comprende tres realidades: la primera de ellas se refiere a la primera venida del Hijo de Dios a este mundo (Navidad); la segunda se refiere a su segunda venida al fin de los tiempos (Parusía); y la tercera se refiere al momento de nuestra muerte en que ciertamente nos encontramos con Dios.

La reacción del creyente al celebrar la Venida del Señor es, desde luego, la conversión de corazón, pero es también el gozo, la esperanza, la oración, la decisión de salir al encuentro del Señor que viene. Por eso el tiempo de Adviento no es directamente penitencial, y sería equívoco plantearlo como una especie de Cuaresma previa a la Navidad.

Adviento es el tiempo oportuno y privilegiado para escuchar el anuncio de la liberación de los pueblos y de las personas. En él se percibe una invitación a dirigir el ánimo hacia un porvenir que se aproxima y se hace cercano, pero que todavía está por llegar. Tiempo para descubrir que nuestra vida pende de unas
promesas de libertad, de justicia, de fraternidad todavía sin cumplir; tiempo de vivir la fe como esperanza y como expectación; tiempo de sentir a Dios como futuro absoluto del hombre…

En el Evangelio del día de hoy, Jesucristo .representa en pocos trazos la situación de despreocupación y de insensibilidad de los hombres frente a lo sobrenatural. Esto no es de entonces ni de ahora: es de siempre. Parece que lo más importante es comer y beber, tomar mujer o marido, en realidad, obrando así, se olvida que lo más importante es la Vida Eterna. Al mismo tiempo el Señor predice: como fue en tiempo del diluvio, así será el final del mundo. La segunda venida del Hijo del Hombre se cumplirá en un momento inesperado, sorprendiendo a los hombres en lo que están haciendo, bueno o malo. Es, pues, tentar al Señor esperar al último instante para cambiar de disposición.

La principal recomendación de Jesús en su discurso sobre el retorno del Hijo del Hombre es una llamada a despertarnos a la fe con responsabilidad personal y social. A veces sólo nos fijamos en la muerte y en el juicio final, sin tener en cuenta que Dios juzga constantemente y que nos juzgará en la plenitud por la totalidad de nuestra vida. Mientras tanto nos aferramos por vivir y trabajar – como los contemporáneos de Noé (comían, bebían y se casaban) o los de Jesús (el hombre en el campo, la mujer moliendo en su casa) – sin juzgar la injusticia, el individualismo o la insolidaridad. La venida de Dios en plenitud será semejante a la primera: con gozo y alegría.

En medio de las cosas más corrientes de la vida-las faenas del campo, trabajos de la casa, etc. – tiene lugar el llamamiento divino y la respuesta del hombre, y se decide, por tanto la felicidad eterna o la condenación eterna. Para la salvación no hacen falta condiciones o circunstancias extraordinarias en la
vida, sino la fidelidad cotidiana al Señor en medio de lo normal.

Con sus revelaciones el divino Maestro, más que dar pábulo a nuestra curiosidad, se propone mantenernos en constante vigilancia. Y ésta es la razón de encubrirnos el tiempo de la parusía, en cuya ignorancia funda la necesidad de estar continuamente en vela y preparados para la venida del Señor.

La consecuencia que saca el mismo Jesucristo de esta revelación sobre las cosas futuras es que el cristiano debe vivir vigilante cada día como si fuera el último de su vida. Lo importante no es elucubrar acerca de cuándo y cómo serán esos acontecimientos últimos, sino vivir de tal forma que nos encuentre en gracia de Dios. El Señor volverá, esto es una certeza que nace de las palabras mismas de Cristo en el Evangelio. Sin embargo, no conocemos ni la hora ni el día de su llegada, por eso la actitud propia del cristiano es la de una amorosa vigilancia.

La Iglesia nos apremia, que nos vayamos preparando, no solo para la venida de Cristo en los últimos tiempos, sino para cuando llegue el final de nuestra propia vida. Habrá personas a las que estas palabras podrán causarles tristeza porque nos recuerdan que a la hora menos pensada puede llegar nuestro fin. Pero para personas que se han estado preparando, siguiendo los mandatos de Dios, no debe ser motivo de temor. Más bien debe ser causa de alegría porque tendrán la certeza, en ese momento, de saber que su salvación ha llegado.

Estar atentos, significa en concreto que seamos capaces de descifrar el significado de los acontecimientos de nuestra vida en los que se manifiesta y se hace presente la presencia de Dios. Esos momentos, pueden no ser necesariamente venturosos, sino difíciles y penosos, pero el Señor tiene sus caminos que no son los nuestros. Exigen de nosotros, los creyentes, sabiduría y deseo de ir más allá de las apariencias externas de los acontecimientos.

Estar atentos significa despertar del letargo en que vivimos sumidos por los desórdenes y los vicios o, simplemente, la rutina y la indiferencia egoísta. Preparémonos para recibir a Jesús que se acerca a nosotros por medio de su Palabra, los sacramentos -especialmente la Eucaristía- y de nuestros hermanos, para darle la respuesta que Él espera de nosotros. Preparémonos a encontrarle, poniendo en nuestra vida como prioridad a Cristo-Jesús.

Adviento es tiempo de esperanza, un tiempo idóneo para recordar que Cristo, con su nacimiento, nos trajo la liberación de la esclavitud del pecado. ¡Ánimo, a echarle ganas!