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COLUMNA

Comentario al Evangelio

Lecturas de la Misa y Evangelio del Domingo 27 de julio 2025

Resulta particularmente importante para nosotros los católicos la oración que Jesús nos enseñó, a saber, el Padre Nuestro. Orar con esta oración nos da desde el inicio una clave inconfundible de nuestra espiritualidad cristiana.

25 julio, 2025
Lecturas de la Misa y Evangelio del Domingo 27 de julio 2025
Jesús con los doce apóstoles. Foto: Especial

Lecturas y Evangelio del 27 de julio de 2025

  • Primera Lectura: Del libro del Génesis: 18, 20-32
  • Salmo: Salmo 137
  • Segunda Lectura: De la carta del apóstol san Pablo a los colosenses: 2, 12-14
  • Evangelio del día: Del santo Evangelio según san Lucas: 10, 38-42
  • Comentario al Evangelio

Primera lectura

Del libro del Génesis: 18, 20-32

En aquellos días, el Señor dijo a Abraham: “El clamor contra Sodoma y Gomorra es grande y su pecado es demasiado grave. Bajaré, pues, a ver si sus hechos corresponden a ese clamor; y si no, lo sabré”.

Los hombres que estaban con Abraham se despidieron de él y se encaminaron hacia Sodoma. Abraham se quedó ante el Señor y le preguntó: “¿Será posible que tú destruyas al inocente junto con el culpable? Supongamos que hay cincuenta justos en la ciudad, ¿acabarás con todos ellos y no perdonarás al lugar en atención a esos cincuenta justos? Lejos de ti tal cosa: matar al inocente junto con el culpable, de manera que la suerte del justo sea como la del malvado; eso no puede ser. El juez de todo el mundo ¿no hará justicia?”. El Señor le contestó: “Si encuentro en Sodoma cincuenta justos, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos”.

Abraham insistió: “Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Supongamos que faltan cinco para los cincuenta justos, ¿por esos cinco que faltan, destruirás toda la ciudad?”. Y le respondió el Señor: “No la destruiré, si encuentro allí cuarenta y cinco justos”.

Abraham volvió a insistir: “Quizá no se encuentren allí más que cuarenta”. El Señor le respondió: “En atención a los cuarenta, no lo haré”.

Abraham siguió insistiendo: “Que no se enoje mi Señor, si sigo hablando, ¿y si hubiera treinta?”. El Señor le dijo: “No lo haré, si hay treinta”.

Abraham insistió otra vez: “Ya que me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si se encuentran sólo veinte?”. El Señor le respondió: “En atención a los veinte, no la destruiré”.

Abraham continuó: “No se enoje mi Señor, hablaré sólo una vez más, ¿y si se encuentran sólo diez?”. Contestó el Señor: “Por esos diez, no destruiré la ciudad”.

Palabra de Dios.

Salmo

Del salmo 137

/R/ Te damos gracias de todo corazón.

De todo corazón te damos gracias, 
Señor, porque escuchaste nuestros ruegos. 
Te cantaremos delante de tus ángeles, 
te adoraremos en tu templo. /R/ 

Señor, te damos gracias 
por tu lealtad y por tu amor: 
siempre que te invocamos, nos oíste 
y nos llenaste de valor. /R/

Se complace el Señor en los humildes 
y rechaza al engreído. 
En las penas, Señor, me infundes ánimo, 
me salvas del furor del enemigo. /R/ 

Tu mano, Señor, nos pondrá a salvo 
y así concluirás en nosotros tu obra. 
Señor, tu amor perdura eternamente; 
obra tuya soy, no me abandones. /R/ 

Segunda lectura

De la carta del apóstol san Pablo a los colosenses: 2, 12-14

Hermanos: Por el bautismo fueron ustedes sepultados con Cristo y también resucitaron con él, mediante la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos.

Ustedes estaban muertos por sus pecados y no pertenecían al pueblo de la alianza. Pero él les dio una vida nueva con Cristo, perdonándoles todos los pecados. Él anuló el documento que nos era contrario, cuyas cláusulas nos condenaban, y lo eliminó clavándolo en la cruz de Cristo.

Palabra de Dios.

Evangelio

Del santo Evangelio según san Lucas: 11, 1-13

Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”.

Entonces Jesús les dijo: “Cuando oren, digan: ‘Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación’”.

También les dijo: “Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle: ‘Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle’. Pero él le responde desde dentro: ‘No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados’. Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite.

Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán? Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?”.

Palabra del Señor.

Comentario al Evangelio

La oración, referido a los momentos en que cada uno de nosotros se encuentra personalmente con Dios. Es uno de los temas más recurrentes en la tradición judeocristiana.

Resulta particularmente importante para nosotros los católicos la oración que Jesús nos enseñó, a saber, el Padre Nuestro. Orar con esta oración nos da desde el inicio una clave inconfundible de nuestra espiritualidad cristiana: dirigirnos a Dios de forma cercana y confiada como lo hace un hijo, pues a Dios le llamamos Padre.

La segunda clave es que nuestra oración es eminentemente comunitaria. Dios no es “mi Padre” sino “Padre nuestro”, con ello significamos que hemos asimilado profundamente la imagen y semejanza de la Trinidad Santísima, al único Dios en tres personas. Los cristianos católicos no vamos solos, ni mucho menos, en busca del aislamiento. Si nuestra relación básica con Dios, por medio del Padre nuestro, es comunitaria podemos afirmar que el proceso de santificación de nuestras vidas está marcado por el modo de relaciones de comunión que establecemos con todos.

Por este motivo resulta del todo importante la penúltima petición, la de ser perdonados por Dios como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Esta es la única petición del Padre nuestro que implica una condición de cumplimiento de nuestra parte.