Los momentos que marcaron el primer viaje apostólico del Papa León XIV
Así fue el primer viaje apostólico del Papa León XIV: encuentros históricos, oración ecuménica y mensajes de paz en Turquía y Líbano.
Desde un icono de la Virgen de Guadalupe recibido en pleno vuelo hasta la oración silenciosa ante la tumba de San Charbel, el primer viaje apostólico del Papa León XIV estuvo marcado por gestos profundamente simbólicos de fe, comunión y cercanía.
En Turquía y el Líbano, el Pontífice no solo tendió puentes entre tradiciones cristianas y religiones, sino que también abrazó a los más vulnerables, exhortó a los jóvenes a sembrar esperanza y elevar una voz firme contra la guerra, la indiferencia y la división.
La Virgen de Guadalupe acompaña al Papa en su primer viaje

Durante el vuelo que marcó el inicio de su primer postólico, en el marco del Día de Acción de Gracias, el Papa León XIV recibió un regalo especial de parte del cuerpo de prensa que lo acompañaba: un icono de estilo bizantino de la Virgen Guadalupe. La obra fue elaborada por la iconógrafa española Débora Martínez, misionera en Chipre, utilizando las técnicas tradicionales de la iconografía oriental.
El obsequio fue entregado por la periodista mexicana Valentina Alazraki, reconocida por haber acompañado más de 170 viajes papales. El icono une simbólicamente la tradición mariana latinoamericana con la espiritualidad del cristianismo oriental, al representar a la Virgen de Guadalupe mediante el lenguaje visual propio del arte bizantino, como signo de comunión entre culturas y tradiciones dentro de la Iglesia.
El Papa dice a los ancianos de Estambul que son la “sabiduría de un pueblo”
En su segundo día de visita a Turquía, el Papa León XIV acudió a un hogar para personas mayores en Estambul, dirigido por las Pequeñas Hermanas de los Pobres, donde viven ancianos de distintas nacionalidades, religiones y contextos, incluidos refugiados africanos y miembros de la histórica comunidad judía de la ciudad. El Papa fue recibido con cantos, flores y la presencia de casi 200 personas entre residentes y trabajadores del lugar, y dedicó unos momentos a la oración ante el Santísimo Sacramento.
Durante su encuentro con la comunidad, agradeció a las religiosas por su servicio y reflexionó sobre el significado profundo de la caridad cristiana: no solo ayudar a los pobres, sino ser verdaderamente hermanas para ellos, viviendo con ellos en una comunión basada en la fraternidad. Subrayó que la misión cristiana implica cercanía, presencia y acompañamiento, más que una asistencia distante.
Dirigiéndose a los adultos mayores, el Papa resaltó que, en una sociedad enfocada en la eficiencia y el éxito material, se corre el riesgo de olvidar el valor de la vejez. Retomando palabras del Papa Francisco, recordó que los ancianos son la sabiduría de un pueblo y un tesoro para las familias y la sociedad. Antes de partir, rezó con la comunidad, dio su bendición y dejó un mensaje en el libro de visitas como signo de gratitud y esperanza.
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Encuentro Ecuménico de oración: orar el Credo
En las ruinas históricas de Nicea, a orillas del lago Iznik en Turquía, el Papa León XIV presidió una ceremonia ecuménica junto al Patriarca Ecuménico Bartolomé I y líderes cristianos de diversas tradiciones orientales y occidentales, con motivo del aniversario del Concilio de Nicea del año 325 d.C. El encuentro reunió a representantes de múltiples Iglesias para orar por la unidad de los cristianos y proclamar juntos el Credo niceno, uno de los textos fundamentales compartidos desde hace casi diecisiete siglos.
En el mismo lugar donde fue formulada una de las profesiones de fe más importantes del cristianismo, el Pontífice recitó el Credo junto a patriarcas, obispos y sacerdotes de las Iglesias ortodoxa griega, siria, copta, siro-malankara, armenia, además de representantes protestantes y anglicanos. Esta celebración se convirtió en el momento culminante de su primer viaje apostólico a Turquía, subrayando el llamado a la comunión, al diálogo y a la unidad entre las distintas confesiones cristianas.
El Papa León XIV y el Patriarca Bartolomé I: una voz común frente a la indiferencia y la codicia
Durante el tercer día de su visita a Turquía, el Papa León XIV y el Patriarca Ecuménico Bartolomé I se reunieron en la Iglesia Patriarcal de San Jorge, en Estambul, donde rezaron juntos la Doxología y firmaron una Declaración Conjunta en la que renovaron su compromiso con el camino hacia la plena comunión entre sus Iglesias. En el documento afirman que la unidad de los cristianos no es solo fruto del esfuerzo humano, sino un don de Dios, y que esa unidad está llamada a convertirse en una fuerza viva para la construcción de la paz entre los pueblos.
La Declaración retoma el valor del Concilio de Nicea en su 1700 aniversario, recordando que lo que une a católicos y ortodoxos es la fe expresada en el Credo niceno. Desde esa base común, León XIV y Bartolomé animaron a dar pasos valientes hacia la unidad, incluida la búsqueda de una fecha común para la celebración de la Pascua, y recordaron también el 60 aniversario de la histórica Declaración de 1965 entre Pablo VI y Atenágoras, que abrió un camino de reconciliación tras siglos de separación.
Finalmente, los dos líderes hicieron un llamado urgente al fin de la guerra y de toda forma de violencia, rechazando cualquier uso de la religión para justificarla. Invitaron a la humanidad a superar la indiferencia, la codicia, la dominación y la xenofobia, y, pese a la gravedad de los conflictos actuales, expresan una esperanza firme: Dios no abandona a la humanidad e impulsa a todos a trabajar juntos por un mundo más justo, solidario y en paz.
Visita a la Mezquita Azul con respeto y solemnidad
En el tercer día de su Viaje Apostólico a Turquía, el Papa León XIV visitó la emblemática Mezquita del Sultán Ahmed, conocida como la Mezquita Azul, en un gesto marcado por el respeto y la solemnidad. Al ingresar al recinto, el Pontífice se quitó los zapatos y realizó una leve reverencia en señal de respeto, mientras recorría en silencio el amplio complejo con capacidad para unas 10,000 personas, acompañado por el imán del templo y el muftí de Estambul. La mezquita, construida en 1617 y decorada con más de 21,000 azulejos de cerámica de Iznik en tonos azules y turquesa, es uno de los lugares de culto más importantes de la ciudad.
Con esta visita, el Papa León XIV se convirtió en el tercer Pontífice en entrar en la Mezquita Azul, siguiendo los pasos del Papa Francisco y Benedicto XVI. Sin embargo, marcó una diferencia significativa al declinar amablemente la invitación a rezar en su interior. Según la Oficina de Prensa del Vaticano y el propio muecín del lugar, el Papa prefirió vivir ese momento desde el recogimiento y la escucha respetuosa, sin tomar parte en un acto de oración formal dentro del templo musulmán.
Llamado a la paz al llegar a Beirut
El papa León XIV llegó a Beirut con el firme propósito de ser un “mensajero de paz” en una región marcada por los conflictos recientes, pocos días después de un ataque en el sur de la capital libanesa. Al iniciar su visita de tres días, el Pontífice expresó su cercanía a un pueblo herido por la violencia, la incertidumbre y la pobreza, subrayando que su presencia en el Líbano y Turquía buscaba promover la paz en todo Medio Oriente.
Durante un encuentro con autoridades y representantes de la sociedad civil en el palacio presidencial de Baabda, bajo el lema “Benditos sean los pacificadores”, el Papa León XIV hizo un llamado a la unidad y alentó a los libaneses, especialmente a los jóvenes y a las familias, a no abandonar su patria pese al clima de inestabilidad. Reconoció el dolor del éxodo, pero afirmó que permanecer y trabajar por una “civilización de amor y de paz” es una misión valiosa y necesaria.
El Papa insistió en que la paz exige valentía, perseverancia y esperanza, incluso frente a la aparente derrota. “La paz no conoce el miedo”, afirmó, invitando al pueblo libanés a resistir la desesperanza y a comprometerse activamente con la construcción de un futuro más justo, estable y fraterno.
Oración en tumba de San Charbel
En el segundo día de su viaje a Líbano, el Papa León XIV ascendió hasta el monasterio de Annaya como peregrino de San Charbel Maklūf, patrón espiritual del país, para encomendar a su intercesión las necesidades de la Iglesia, del Líbano, de Medio Oriente y del mundo entero. Arrodillado en silencio frente a la tumba del monje, pidió la paz, una paz que, afirmó, “solo nace de la conversión de los corazones”. Como signo visible de esta súplica, depositó una lámpara votiva ante el sepulcro, “símbolo de la luz que Dios encendió aquí por medio de San Charbel”, recordando que sus predecesores también habrían deseado orar en ese lugar.
La jornada estuvo marcada por una extraordinaria manifestación de fe popular. Cientos de miles de personas, bajo la lluvia y el frío, acompañaron el trayecto del Pontífice desde Beirut hasta Annaya, entre banderas libanesas y vaticanas, pancartas con mensajes de esperanza y heridas urbanas aún visibles por la explosión del puerto. En el monasterio, el Papa León XIV fue recibido por la Orden Maronita Libanesa y por las autoridades del país, y participó en un momento de oración profundamente austero, acompañado por los cantos de jóvenes monjes y una plegaria que pedía la gracia de “luchar la buena batalla de la fe” en medio del desierto del mundo.
En su mensaje, el Papa presentó la figura de San Charbel como un modelo contracorriente para todos: al que vive sin Dios le enseña la oración; al que vive en el ruido, el silencio; al que busca riquezas, la pobreza evangélica; al que vive para aparentar, la modestia. También lo propuso como referencia para obispos, ministros ordenados y familias, recordando que la santidad silenciosa del monje sigue atrayendo a miles de peregrinos cada mes. Antes de concluir, visitó el museo del monasterio, mientras fuera continuaban los cantos y aplausos de un pueblo que veía en su presencia un signo de consuelo y esperanza, trece años después de la última visita papal al Líbano.
Encuentro con jóvenes
En un emotivo encuentro con jóvenes libaneses reunidos en la sede del Patriarcado Maronita de Antioquía, el Papa León XIV los alentó a reconocer el valor del tiempo como un don precioso de la juventud, capaz de convertirse en espacio para soñar, organizar y construir la paz. En un país marcado por las heridas de la guerra y la inestabilidad, el Pontífice los invitó a echar raíces profundas, como los cedros del Líbano, y a ser “savia de esperanza” para su pueblo, recordándoles que la verdadera fuerza nace de raíces sólidas, del compromiso con la justicia y del amor que sabe resistir al mal sin replicar su violencia.
Al responder las inquietudes de los jóvenes, León XIV subrayó que la paz auténtica no se basa en intereses partidistas, sino en la justicia y el perdón, retomando las palabras de San Juan Pablo II: “No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón”. Advirtió también contra el individualismo y las relaciones efímeras, afirmando que no se ama verdaderamente cuando el amor tiene “fecha de caducidad”, sino cuando se construye un “nosotros” abierto, cimentado en la confianza y en el respeto por el otro, reflejo del amor de Dios que “es para siempre”.
El encuentro estuvo marcado por testimonios de jóvenes que decidieron permanecer en su país pese al dolor, otros que se convirtieron en voluntarios tras la devastación de Beirut, y gestos de fraternidad entre cristianos y musulmanes. Inspirado en figuras como San Charbel, Santa Rafqa y San Francisco de Asís, el Papa los animó a reservar momentos de silencio y oración, a cultivar la amistad con Cristo y a comprometerse, mediante gestos cotidianos de perdón, solidaridad y acogida, a “construir un mundo mejor que el que han encontrado”.

