Obispo perdona a sus victimarios mientras lo asaltan a mano armada
Lo ocurrido a Mons. Rafael Sandoval Sandoval en una carretera de Jalisco fue confirmado a 'Desde la fe' por el propio obispo.
El hecho de que un obispo se sume a la lista de prelados mexicanos que han sufrido en carne propia la violencia del crimen organizado, ha velado en los medios de comunicación un hecho que va más allá de la lógica que pudiera darse en una persona violentada: el perdón cristiano en medio del dolor y de la tragedia.
Y es que, según dio a conocer el pasado 7 de julio el periodista jalisciense Felipe Cobián Rosales en su columna digital Paridero, el obispo Rafael Sandoval Sandoval, actual obispo de Autlán, diócesis en Jalisco, fue víctima de un secuestro exprés en el que se le despojó de sus pertenencias. Esta información ha sido confirmada por Desde la fe directamente con el padre Efraín Gutiérrez, director de Pastoral de la Comunicación y con el señor obispo.
Esta es la historia
Monseñor Rafael Sandoval –quien por cierto fuera obispo de la Tarahumara, donde recientemente asesinaron a dos sacerdotes jesuitas– contó esta historia a algunos miembros de presbiterio, y fue a partir de aquella charla que el periodista Cobián recuperó el testimonio.
El pasado mes de junio, el obispo de Autlán conducía sobre la carretera San Juan de los Lagos-Encarnación de Díaz, rumbo a la ciudad de Aguascalientes para presidir un acto religioso organizado por parientes suyos.
Fue entonces que un tráiler le obstruyó el paso, obligándolo a hacer alto total, e inmediatamente se le emparejó una camioneta con varios sujetos armados a bordo. Tras bajarse del vehículo, le pusieron el cañón de un arma en la sien.
El obispo, tratando de no perder la calma, buscó identificarse, pero fue en vano, pues no le hicieron caso. Al contrario, lo obligaron a quitarse del volante y a postrarse en el piso de su camioneta, en la que se suele trasladar, generalmente sin compañía.
Don Sandoval calificó el hecho como una especie de secuestro exprés en que le quitaron su vehículo, su celular, su cruz pectoral y su anillo.
Todo un pastor
Pero mientras lo despojaban de sus pertenencias, el obispo de Autlán tuvo un gran gesto cristiano: dirigiéndose a los delincuentes, les manifestó su perdón por lo que estaban haciendo.
“Dios les perdone”, les dijo y les dio su bendición.
Los victimarios abandonaron al obispo en una brecha del camino y arrancaron a toda velocidad hasta desaparecer entre el polvo del camino. Don Rafael caminó hasta dar con una pequeña comunidad; sin embargo, la primera mujer que encontró, tras tocar la puerta de una casa, no le creyó ni que fuera obispo ni que había sido víctima de un secuestro exprés, por lo que no le permitió hablar por teléfono.
Al obispo lo que le urgía era comunicarse a Aguascalientes para informar que no podía llegar a tiempo al compromiso que tenía. La mujer le sugirió que mejor pidiera apoyo en la capilla que estaba cerca de ahí.
Sin más opción, el obispo caminó hasta el templo, pero no se encontraba el sacerdote responsable, sino un diácono quien, de primer momento, tampoco le creyó. Fue hasta después de un rato y de haber compartido varios datos, que el diácono quedó convencido y el obispo pudo hacer algunas llamadas.
Debido a que no estaba tan lejos de su destino, el auxilio no tardó en llegar. Posteriormente presentó ante las autoridades la respectiva denuncia de los hechos, aunque hasta el momento no se ha localizado a los responsables.
Monseñor Rafael Sandoval dijo a Desde la fe que lo que vivió si le afectó en su estado de ánimo, y de hecho, tendrá que pasar algún tiempo antes de volver a compartir este testimonio, pero de algo está seguro: el perdón de una persona que ha sido víctima de la delincuencia, es algo que sana y que abona a la reconstrucción de un país herido profundamente por la violencia provocada por el crimen organizado.