La historia de los presos a los que el Cardenal Aguiar lavó los pies
Estas son cuatro historias de los reos que fueron elegidos para participar en este ritual.
Aunque sea por unas horas, los 12 presos que fueron elegidos para participar en la Misa de la Cena del Señor probaron nuevamente la libertad.
Por error, por necesidad o por malas compañías, ellos están purgando una condena en el Centro de Ejecución de Sanciones Penales Varonil Norte (Anexo), que casi llega a su fin.
Su participación no fue tomada a la ligera, fueron seleccionados por las autoridades penitenciarias en virtud de su buen comportamiento. Además, recibieron un acompañamiento espiritual por parte de la Pastoral Penitenciaria de la Arquidiócesis de México antes de asistir a este ritual que recuerda la institución de la Eucaristía.
Aunque a los presos se les notaba felices de participar en esta solemnidad, no podían ocultar su tristeza y nostalgia por el mundo exterior. Cuatro de ellos contaron sus historias a Desde la fe, y cómo su acercamiento a Dios y sus experiencias dentro de la prisión han cambiado sus vidas y sus expectativas de vida.
Una enseñanza para los presos
“Estar preso me ha servido mucho para reflexionar sobre mi vida, para aprender que cuando estás en el camino equivocado pasan cosas que no planeas ni piensas que van a suceder”, dice Ricardo Fernández Rodríguez.
Cumple una sentencia de siete años, pues alcoholizado junto a uno de sus amigos robó a un taxista.
Aunque le faltan 365 días de su sentencia, dice que a diario le da gracias a Dios, porque aprendió a tener confianza en sí mismo, a comprometerse y a hacer las cosas bien para poder ser una buena persona.
“Al salir, espero que mi familia se vuelva a reunir, porque todos estamos alejados. Trataré de recuperar el tiempo con mis hijos, tengo un hijo de 22 años y una niña de 24, ella ya me dio nietos, espero compartirles la enseñanza de estar aquí adentro, para que ellos no repitan mis errores”.
“La fe nunca se debe perder”
“Me culpan de un robo que yo no cometí, pero no pude hacer nada porque ya tenía antecedentes penales, ya no me pude defender”, detalla Juan Carlos Sánchez Márquez, declarado culpable de robo agravado.
“Me dedicaba al comercio. Venía por la calle donde apenas unas personas habían asaltado un camión de transporte público. Yo no sabía lo que había pasado, uno de ellos me hizo la plática porque era un cuate mío. Estaban haciendo redada los policías y que me agarran junto con él. Me sentenciaron a cinco años y 24 días, en medio año salgo”.
Asegura que perdió muchas cosas, pero lo que más le duelo es haber perdido tanto tiempo lejos de sus hijas y su familia. “Al salir planeo educarlas, pasar más tiempo con ellas y enseñarles a que la fe nunca se debe perder, porque eso me ayudó a sobrevivir aquí”.
Sánchez Márquez menciona que asistió a cursos espirituales que les dan a los presos para tener fortaleza emocional.
“Que mi experiencia le sirva a otros”
“Me eché la culpa de un robo que no cometí, por querer salvar a mi amigo, que ya había encontrado el camino y estaba muy feliz con su familia. La verdad se me hizo gacho delatarlo, pues yo no tenía nada que perder, ni familia ni nada”, dice Luis Manuel Hernández Martínez.
“Al principio no sentí nada, ni me dio miedo, pero ya después estando adentro ya no vi lo duro, sino lo tupido. Es algo terrible estar aquí”, describe Luis, a quien le faltan ocho meses y nueve días, de una sentencia de cuatro años y medio.
En ese tiempo, junto con otros presos ha tomado cursos de criminología, psicología, escuela para padres y terminó la preparatoria. “El acercarme a Dios aquí, dentro de la cárcel, me ha ayudado a conocerme a mi mismo, a alejarme de las malas compañías y a distinguir lo bueno y lo malo”.
Comenta que aunque tiene tres hijos, solamente saldrá para estar con su hija menor, a la que ni siquiera conoce. “Mi pareja anterior no quiere saber nada de mi, me alejó de mis hijos, no tengo padres ni familiares, solo mi niña. A ella le voy enseñar la fe que aprendí aquí adentro, porque no quiero que crezca con temores”.
Afirma que trabajará con mucha dedicación para sacar adelante a su pequeña porque planea darle una buena educación, enseñarle cultura y sobre todo lo que es bueno y malo.
“Espero que mi experiencia le sirva a otros para demostrarles que sí se puede enderezar el camino”.
“Seguiré los pasos de Dios”
“Robé algunos productos de un Oxxo porque tenía que llevar el gasto a mi casa y no tenía trabajo. La necesidad en mi familia me orilló a robar”, explica Miguel Ángel González a quien solo le faltan dos meses y 21 días para salir el libertad.
“Cuando me seleccionaron para estar en el Lavatorio de pies dije muy desconfiado ‘para qué, porque todo siempre tiene un propósito’, pero lo que estoy viendo es que era para reencontrarme con Dios y valorar de nuevo la libertad, porque se siente bonito estar de nuevo en la calle”, dice con emoción.
Explica que no es sencillo estar tras las rejas; sin embargo ha sobrellevado el encierro con cursos de autoestima y proyecto de vida, que le han ayudado a trazar un futuro cuando ya esté en su casa.
“Si Dios me presta vida, cuando salga, voy a seguir apegado a Dios, voy a seguir sus pasos para no cometer el mismo error”.
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