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Homilía del Cardenal Aguiar en la Ordenación de obispos auxiliares

Homilía del Cardenal en las Ordenaciones Episcopales de este marzo 2019.

25 marzo, 2019
Homilía del Cardenal Aguiar en la Ordenación de obispos auxiliares
Foto: Luis Patricio/Basílica de Guadalupe.

Cristo dijo: Aquí estoy Dios mío, vengo para hacer tu voluntad.

Los personajes centrales de la Palabra de Dios, que ha sido proclamada en esta Solemnidad de la Anunciación del Señor, presentan un contraste muy claro entre la figura del Rey Ajaz y las figuras de Jesucristo y María.

Mientras Ajaz evade comprometerse con Dios y alude a los mismos preceptos del Señor para justificarse de manera muy engañosa, diciendo: “No tentaré al Señor”; Jesucristo y María afirman su compromiso y aceptación de la misión encomendada por Dios, afirmando: “Aquí estoy Dios mío, vengo para hacer tu voluntad”, y “Yo soy la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que me has dicho”.

Hemos venido a acompañar la celebración de Ordenación Episcopal, consecuencia de la positiva respuesta, que han dado tanto monseñor Salvador como monseñor Carlos al llamado de Jesús, para ser Sucesor de los Apóstoles, y ejercer dicho Ministerio en medio de nosotros.

Como María pueden ya haberse preguntado: ¿Cómo podrá ser esto? Lo han reflexionado y meditado en los pasados días de retiro espiritual.

Mirando a Jesús descubrimos que la misión la desarrolló en plena comunión con Dios, Su Padre, y fue conducido por el Espíritu Santo. María escuchó también que el ángel Gabriel le dijo: “Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo” y ante la pregunta ¿Cómo podrá ser esto? le respondió el ángel: El Espíritu Santo descenderá sobre tí.

También nuestros hermanos Salvador y Carlos, están convencidos que el Espíritu del Señor los conducirá en su ministerio, lo han ya experimentado en su ministerio como Presbíteros, y por eso han sido elegidos, y ellos han respondido positivamente. Esta experiencia de comunión con Dios Trinidad los guiará , los fortalecerá y los consolará en el ejercicio Episcopal.

También en el seno del presbiterio han ya experimentado la segunda característica que implica el ministerio que hoy recibirán, la colegialidad, la cual consiste en aprender, que solos y aislados no somos capaces de llevar a cabo la misión. Necesitamos hacerlo colegialmente, ayudándonos y poniendo en común la visión sobre la realidad y contextos, en que vivimos, y compartiendo fraternalmente nuestras experiencias pastorales.

La tercera característica para ejercer de manera fecunda su ministerio  y en comunión con el Papa Francisco, es la sinodalidad. Debemos caminar juntos obispos, presbíteros y diáconos, consagrados y consagradas, agentes de pastoral y fieles laicos. Promoviendo la participación, la escucha recíproca y la puesta en común de las propias realidades, discerniendo las potencialidades, y proponiendo las iniciativas que parezcan más convenientes para responder a las necesidades detectadas.

Para ello, es indispensable la coordinación de los distintos niveles de la organización diocesana: Parroquias, Decanatos, Vicarías y las demás instancias diocesanas.

Comunión, colegialidad, y sinodalidad nos llevarán a conocer las situaciones, necesidades, y propuestas, de los fieles; y a la vez, con una mirada y visión de toda la diócesis, sabremos  presentar las decisiones, que respondan a la voz del Espíritu Santo, quien conduce a la Iglesia, esposa de Jesucristo, el Señor Resucitado.

Hoy celebramos la Anunciación del Señor a María, y ella con su sí, dio el inicio del Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Jesús por su parte, cumplió su misión en el tiempo, de la manera más plena, entregando su vida hasta el extremo de la muerte en cruz, para mostrarnos el inmenso amor de Dios, su Padre, por nosotros.

Sin embargo, la obra redentora sigue en desarrollo, por ello Jesús eligió y preparó a sus discípulos para continuar su misión, desde entonces los Sucesores de los Apóstoles continúan acompañando y conduciendo al Pueblo de Dios para prolongar el misterio de la Encarnación y de la Redención de generación en generación.

Así pues, con la ayuda de Dios Trinidad, en comunión, colegialidad, y sinodalidad seamos la levadura del Reino de Dios en esta gran metrópoli de la Ciudad de México.

Pidamos en esta solemne Celebración Eucarística, el auxilio de María de Guadalupe, para que ella como Madre tierna y comprensiva, acompañe a monseñor Salvador y a monseñor Carlos, junto a un servidor, y demás obispos auxiliares, junto a nuestro Presbiterio y a nuestro pueblo, en el ejercicio de su Ministerio Episcopal, que hoy inician en favor de esta Arquidiócesis de México.

Que así sea.

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