Guía para la reflexión de la Quinta Estación del Vía Lucis
Afligidos porque han pasado tres días de que Jesús fue crucificado, muerto y sepultados, los peregrinos de Emaús conversan sobre lo sucedido, sin darse cuenta de que Él camina a su lado.
Durante el rezo del Regina Coeli de este viernes 17 de abril, monseñor Luis Manuel Pérez Raygoza, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México, hizo una reflexión sobre la Quinta Estación del Vía Lucis, en la que Jesús Resucitado se aparece a los discípulos de Emaús, quienes, por llevar los ojos impedidos para reconocerle, no se dan cuenta de que es Él quien camina a su lado, sino hasta el momento en que se disponen a compartir la mesa y Él bendice el pan.
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“Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. Él les dijo: ‘¿De qué discuten entre ustedes mientras van andando?’. Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió:
‘¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?’. Él les dijo: ‘¿Qué cosas?’. Ellos le dijeron: ‘Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería Él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que Él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron’. Él les dijo: ‘¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?’. Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre Él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: ‘Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado”. Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero Él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: ‘¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?’. Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: ‘¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!’. Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan”. (Lc 24,13-35)
A través de la meditación, la oración y la contemplación de la anterior lectura del Evangelio, podemos preguntarnos lo siguiente:
- ¿Qué sentimientos tocó Dios con su Palabra?
- ¿A qué me invita Dios?
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