Generación Covid: la pandemia los acompañó del diaconado al sacerdocio
A estos 5 jóvenes la larga pandemia los vio ordenarse diáconos transitorios en agosto de 2020 y la próxima semana los verá ordenarse neopresbíteros.
En agosto del año pasado, justo en la fiesta del Santo Cura de Ars, cinco jóvenes de la Arquidiócesis de México fueron ordenados diáconos transitorios a los pies de la Virgen de Guadalupe, en el Santuario del Tepeyac, en una celebración a “puerta cerrada” porque entonces el semáforo epidemiológico se encontraba en color rojo.
Casi un año después, el próximo 29 de junio, estos mismos jóvenes serán ordenados neo presbíteros, de nueva cuenta en la Basílica de Guadalupe, con prácticamente las mismas medidas de seguridad sanitaria, pues la Ciudad de México se encuentra en este momento en semáforo amarillo.
Las medidas sanitarias en el rito de ordenación –de acuerdo con el P. Abel Tapia Suárez, encargado de los Diáconos Transitorios en la Arquidiócesis Primada de México– prácticamente se mantendrán iguales para reducir al mínimo los posibles contagios de Covid-19, aunque se permitirá la asistencia de un poco más de invitados.
¿Cómo desempeñaron su diaconado?
En entrevista para Desde la fe, el sacerdote Tapia Suárez, quien durante una década ha acompañado a los diáconos transitorios en su formación rumbo al sacerdocio, explica que este año la preparación de los neo presbíteros fue más difícil, incluso, más que el año pasado.
“Con la generación anterior –explica– fueron unos cinco o seis meses de no vernos, a partir de que se decretó el confinamiento; pero con esta generación, físicamente sólo nos hemos visto en tres ocasiones. Todo ha sido a través de plataformas digitales, tanto el acompañamiento grupal como individual”.
Si bien debido a la crisis sanitaria esta generación no tuvo la oportunidad de realizar algunas responsabilidades propias de los diáconos, como celebrar bautismos o bodas, de manera virtual vieron la forma de encontrarse con los fieles.
Explica el P. Tapia Suárez: “Sus párrocos me han manifestado la capacidad que tuvieron para adaptarse a los nuevos tiempos, pues se dieron a la tarea de innovar, dar asesorías a distancia, acompañar a grupos y movimientos, y dar charlas para jóvenes o pre sacramentales”.
Los próximos neo presbíteros de la Arquidiócesis de México son: Daniel Morquecho Pérez, Pablo Tomás Patrito, Orlando Augusto Porta López, Jorge Valdez González, y Bernardo Valle Rodríguez.
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El misterio del otro
Para el sacerdote Abel Tapia, lo más valioso que le han dejado estos diez años de formación de diáconos transitorios es descubrir cómo Dios sigue llamando y cautivando a los jóvenes, pero también, aprender sobre el “misterio del otro”.
Y es que –dice– “Cuando uno está en esa tarea de acompañar, los muchachos le abren a uno su vida, su historia, sus dolores, sus fracasos. Es como ingresar, con toda reverencia, respeto y gratitud, al templo de su vida, porque te platican las cosas más hermosas que han vivido, pero también las cosas más tristes y difíciles”.
El papel de la familia
El P. Abel Tapia Suárez también se refirió a la importancia de promover las vocaciones sacerdotales desde la familia, y la mejor manera para ello –apuntó– es a través de la transmisión de la fe y del testimonio.
“El papá que le dice al hijo que tiene que ir a Misa es porque él va a Misa; el papá que le dice al hijo que confíe en Dios, es porque confía en Dios. Tenemos que ser familia, un lugar de amor, de encuentro, de confianza. Oremos por las vocaciones, pero también hagamos de nuestras familias un verdadero testimonio de fe”.
“Creo que si el papá y la mamá enseñan al hijo a ser buen hijo de Dios, el joven, el adolescente, lo va a absorber fácilmente. Aunque vea otras propuestas muy atractivas, si el papá y la mamá están firmes en la fe, los hijos lo absorben por añadidura fácilmente”.
En este sentido, el sacerdote asegura que la mayoría de los jóvenes que entran al seminario provienen de familias configuradas con papá y mamá, aproximadamente el 60%; sin embargo, el otro 40% proviene de familias con papás divorciados o ausentes, “pero en la formación también es espacio para crecer en esos puntos”.
Recuerda que cuando entró al seminario, de 31 jóvenes que cursaban el curso introductorio, sólo uno era de papás divorciados. En el transcurso de 20 años o 30 años, han cambiado mucho los números, asegura.
“Por mi experiencia, estoy convencido de que les va mejor a los muchachos que son de familias de papá y de mamá, que a quienes les falta esa presencia de los dos. Pero en el seminario también hay espacio para ellos. La gracia de Dios les va ayudando en su formación.”