El papel de los laicos en la Evangelización de nuestra Arquidiócesis
En la Evangelización, los laicos tienen el reto de actuar con creatividad ante los desafíos de la época actual para construir el Reino de Dios.
Si la Edad Media fue el tiempo de las instituciones, la actualidad es el tiempo de los “mass media”, de la industria, la ciencia y la técnica, que tienen en sus manos los transformadores sociales, provocando cambios culturales y nuevos hábitos de consumo. Hoy parece que la persona se desdibuja y se refugia detrás de los grandes cerebros de la industria y de las sensaciones placenteras que lo puedan hacer sentir vivo e incluido.
Esta época de fatalismo que atraviesa la humanidad presenta, a la vez, nuevos y desafiantes retos para la evangelización de la Iglesia que, por el proceso de secularización, es cada vez menos escuchada; lo que implica formas nuevas y creativas de pastoral, para ser profetas de la esperanza, en una sociedad en la que en el ruido de la urbe grita la necesidad de Dios.
Ya el Concilio Vaticano II señalaba que la Iglesia, Pueblo de Dios, desde la vocación y misión de pastores y laicos, debe ser constructora del Reino de Dios en el mundo, insertarse y renovar las estructuras y los ambientes sociales, por medio del testimonio, siendo portadores de paz, justicia, verdad y respeto a la vida.
En ello, los laicos, que son mayoría en la Iglesia, mediante un proceso de evangelización, deben descubrir que, desde su bautismo, son misioneros y testigos del evangelio en las diferentes realidades vitales de la sociedad. Pero ¿qué es un laico según el Magisterio?:
Dice el Vaticano II:
“Todos los fieles cristianos a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso sancionado por la Iglesia” (LG 31).
Según Pio XII:
“Los fieles, y más precisamente los laicos, se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad humana. Por tanto, ellos especialmente, deben tener conciencia, cada vez más clara, no sólo de pertenecer a la Iglesia, sino de ser la Iglesia” (Discurso a los nuevos Cardenales, 20 de febrero de 1946).
En la comunión eclesial descubrimos la pluralidad y multiplicidad de carismas con que el Espíritu Santo va enriqueciendo a la Iglesia, Pueblo de Dios, descubriendo que, donde los pastores no pueden llegar, los laicos lo hacen cotidianamente, siendo portadores de la Buena Nueva en los lugares donde desarrollan su vida cotidiana, en un ambiente misionero.
El “cambio de época” que estamos viviendo, ofrece innumerables oportunidades para la evangelización. Es tarea de los pastores y laicos responder con creatividad a los fenómenos actuales, a veces tan oscuros y, por eso mismo, tan cargados de posibilidad evangelizadora.
Por tanto, todos los fieles laicos de la Arquidiócesis, junto con sus pastores, deben ejercer su vocación y misión en el mundo, para construir, desde sus diferentes realidades, el Reino de Dios mediante la estructuración de estrategias, proyectos y programas que logren permear la sociedad con los valores del evangelio.
La Iglesia, Pueblo de Dios, es capaz de ser portadora del amor de Dios, y de combatir las estructuras de pecado, mostrando que, desde la mirada del Maestro, el mundo se puede transformar en un hogar para todos; donde todos, sin ninguna distinción, estamos incluidos.