“Como sociedad, necesitamos restaurar heridas”: Card. Aguiar
El Arzobispo Primado presidió la Bendición de las Rosas en Basílica de Guadalupe.
El drama de la violencia, de la inseguridad y otros atropellos a la dignidad humana en nuestra sociedad se deben, entre otras causas, al grave desarraigo familiar que vivimos, aseguró el Arzobispo Primado de México, Carlos Aguiar Retes.
“Muchos sectores de nuestra población no han experimentado ser amados y necesitamos restaurar heridas (…) Esa es la necesidad de la vida de la familia, es el primer escalón del aprendizaje para confiar en alguien, en la madre, en el padre, en los hermanos”.
“De ahí la importancia de la familia estable, de ahí los riesgos que vivimos y las situaciones dramáticas que hoy acontecen en general en la sociedad, particularmente en Occidente, en donde se estableció la cultura cristiana”, dijo en su homilía de la Celebración y Bendición de las Rosas, en el marco de la Solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe.
Más de 100 sacerdotes participaron en esta Misa solemne, en la que estuvieron presentes el Nuncio Apostólico, Franco Coppola; el Arzobispo Emérito de México, Norberto Rivera Carrera; y los obispos auxiliares de la Arquidiócesis, Salvador González y Carlos Samaniego.
La familia, explicó, es la escuela del aprendizaje para descubrir al Espíritu de Dios entre nosotros y para aprender a amar, “pero solamente puede amar alguien cuando se descubre amado, entendido, comprendido”.
A casi 500 años de las apariciones en el Cerro del Tepeyac, agregó el Cardenal, la Virgen sigue siendo presencia constante entre nosotros.
“La prisa de María se manifiesta en 1531 cuando empezaban los síntomas más fuertes de la descomposición de las distintas culturas indígenas de nuestro país. Presurosa viene al Tepeyac. ¿Cuál es la prisa de María? Decirle a este pueblo: ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? Confía, hijito mío, muy querido”.
“Si atendemos con una mirada a María, encontraremos la paz del espíritu para superarlas. Ella es nuestra madre (…) María de Guadalupe está para acompañarnos en la alegría de la encarnación, de nuestra alegría, o al pie de nuestros calvarios”.
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A todos los asistentes a la Misa se les entregó una rosa al ingresar a la Basílica, en recuerdo del momento en que Juan Diego desplegó ante el obispo su tilma que contenía las que cortó en el Cerro del Tepeyac para dejar a la vista de todos, la imagen de la Guadalupana.
Cabe recordar que fue precisamente el 12 de diciembre del 1531, luego de tres apariciones, cuando la Virgen de Guadalupe se le apareció nuevamente a Juan Diego y le pidió que subiera al cerro a recoger las flores para luego desplegarlas ante el obispo Fray Juan de Zumárraga.