Chile en nogada, el icónico platillo que nació en el convento
Este famoso platillo tiene su origen en la cocina de los conventos y es un ícono de la cocina mexicana, especialmente durante las fiestas patrias.
Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el origen del chile en nogada, aunque los principales relatos apuntan a una dirección: el Monasterio de Santa Mónica, de las Hermanas Agustinas, en Puebla.
Fue ahí donde se comenzó a preparar este chile poblano relleno de una mezcla de frutas de la región y bañado en una salsa de nuez de castilla. Una de las versiones más populares sobre este guiso es que fue el platillo principal de un banquete que dieron las agustinas en honor al general Agustín de Iturbide, a su paso por Puebla, tras firmar los Tratados de Córdoba que sellaron la Independencia.
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El chile en nogada se ha convertido en uno de los emblemas de la alta cocina mexicana y, aunque ha trascendido los conventos, cada año, entre los meses de julio y septiembre, religiosas de diversas congregaciones cocinan este plato, con antiguas recetas que las hermanas más jóvenes aprenden de las mayores.
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Es el caso del Monasterio de Nuestra Señora de la Soledad y San José, de las Carmelitas Descalzas, en Puebla, donde las monjas preparan más de 200 chiles cada temporada, con una receta que ya cumplió 200 años de antigüedad.
¿Cómo es el chile en nogada que se hace en el convento?
Lo importante, dice la hermana Elizabeth Guadalupe de la Santísima Trinidad, cocinera en el convento, es utilizar los ingredientes de la región de San Andrés Calpan y Huejotzingo: manzana panochera, pera de leche, durazno criollo y, sobre todo, la nuez de castilla.
“Muchos restaurantes lo hacen todo el año, pero seguramente utilizan otros tipos de fruta, porque muchos de los ingredientes se dan en este tiempo solamente. Nuestra receta es muy sencilla y sin muchos condimentos”. Pese a su antigüedad, las hermanas comenzaron a venderla hace apenas unos 10 años, por necesidad económica, explica la cocinera.
¿Van capeados o sin capear? La hermana Guadalupe lo tiene claro: “algunos eligen no hacerlo porque les resulta menos complicado, pero es más rico capeado”.
La elaboración es muy compleja y quizá por eso se ha convertido en un platillo de fiesta, que se suele comer idealmente el 28 de agosto, día de San Agustín, patrono de las religiosas agustinas.
Aquí puedes ver la receta de las Carmelitas Descalzas
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