La Catedral Metropolitana de México celebró su fiesta patronal
Un recinto tan grande como el corazón de la Virgen María, que está en cielo a la derecha de Jesús, pidiendo por la humanidad.
Con la celebración de una Misa solemne presidida por monseñor Salvador González Morales, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada, la Catedral Metropolitana de México conmemoró este 15 de agosto su fiesta patronal, toda vez que este monumento histórico, ícono de la Ciudad de México, está dedicado a la Asunción de la Virgen María.
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Durante la Santa Misa, concelebrada por canónigos del Cabildo Metropolitano y del Cabildo de Guadalupe, así como por presbíteros arquidiocesanos, el padre Salvador González habló acerca de la relevancia que tiene el hecho de que la Virgen María, “la mujer que más ama a la humanidad”, haya sido asunta al cielo y hoy esté de pie, a la derecha del Rey, rogando por sus hijos.
En su homilía, Monseñor González abundó sobre la importancia que tiene para todas las diócesis del mundo el contar con iglesias catedrales, o iglesias-madre, en torno a las cuales funcionan en comunión todas las demás iglesias.
“Dios quiere entrar en nuestro tiempo y en nuestra Ciudad a través de la Catedral Metropolitana, cuya suntuosidad maravilla a propios y extraños, pues es semejante en tamaño al corazón de María, la Madre a morosa, que es consuelo, refugio y auxilio para nuestro pueblo”.
Explicó que la importancia de contar con una catedral, es que en ella se congrega el obispo con sus presbíteros, diáconos y fieles laicos en unidad, a fin de celebrar su fe, renovar su Bautismo y salir a la vida para cristalizar sus enseñanzas evangélicas en obras de amor.
Mencionó que la Catedral Metropolitana, para quienes la miran desde afuera, es un testimonio de que la pequeña familia de Cristo es parte de la historia de esta ciudad; y para quienes están adentro, es el “manantial del que beben para llevar agua a los sedientos del camino”.
Asimismo, monseñor González exhortó a la comunidad a ver en las catedrales –como lo pedía el Papa Emérito Benedicto XVI–, espacios donde la historia y el arte convergen para hablar de Dios, sobre todo a las generaciones que han perdido la comprensión del lenguaje de la verdad y la belleza.
Esta Catedral –dijo– debe seguir caminando con las generaciones de todos los tiempos, para que puedan descubrir que aquí privilegiadamente se puede tener un encuentro con Dios. “María brilla como pedagoga en este recinto y en todas las parroquias que están unidas por la tarea común”.
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