A dos años del asesinato de los sacerdotes Jesuitas en México: “¡No nos podemos callar!”
A dos años del asesinato de los padres jesuitas en Chihuahua, la situación de violencia en la región prevalece.
Si bien es cierto que en la comunidad de Cerocahui, en la sierra de Chihuahua, se vive un ambiente de paz debido a la presencia de las fuerzas de seguridad, es una hecho que en el resto de la región y poblados aledaños prevalecen los grupos delincuenciales, así como los constantes hechos violentos que afectan a los habitantes, aseguró el padre jesuita Javier Ávila Aguirre, miembro de la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos AC (Cosyddhac).
Al hacer un recuento de la situación que se vive en la zona a dos años del asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campo Morales y Joaquín César Mora Salazar, el padre Ávila Aguirre aseveró que realmente las cosas no han cambiado y la población sigue viviendo en medio de la incertidumbre y el miedo por la constante presencia de los delincuentes.
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“Después de los homicidios de Javier y de Joaquín las cosas no digamos que cambiaron, en la región de Cerocahui, en donde fueron los hechos, por supuesto que hay tranquilidad, hay paz por la presencia tan grande de elementos de la Guardia Nacional, pero en el resto de las tierras siguen los enfrentamiento, siguen la desapariciones, siguen las acciones de los grupos armados en contra de las mismas comunidades indígenas
“Hay muchas maneras de herirlos, no es nada más cuando se les quita la vida de manera física, se les quita la vida cuando se le roba su bosque, se les roba sus tierras, tienen que desplazarse, Nosotros como comisión de derechos humanos trabajamos muchos casos de desplazamiento de familias completas, de comunidades completas y ese ambiente todavía se vive mucho lamentablemente aquí en la sierra”, aseguró.
Esperan sentencia del lugarteniente de El Chueco para que haya justicia
El sacerdote, presidente de la 1ª Comisión de Derechos Humanos del Norte de la República de la Cosyddhac manifestó su beneplácito por la captura, el 14 de junio de 2024, de Carlos “N”, lugarteniente del líder criminal de Cerocahui, José Noriel Portillo Gil, alias El Chueco, quien asesinó a los sacerdotes jesuitas y que el año pasado fuera localizado muerto, por lo que esperan que pronto sea sentenciado, conforme a derecho.
Sin embargo, advirtió el padre Ávila Aguirre en entrevista con Desde la fe, ni la muerte de El Chueco ni la detención de su lugarteniente son indicativos de que la violencia en la región terminará, por el contrario se incrementa el riesgo de una escalada de enfrentamiento por la toma del poder.
“Se mató al responsable, al que era una amenaza seria para toda la región, pero eso no solucionó de verdad la libertad con que antes la gente se movía, sigue el miedo, sigue la preocupación, siguen los cuerpos.
“Yo le decía a la autoridad que si se detenía al delincuente o se le mataba eso no iba a solucionar el problema, sino al contrario, lo complicaba. ¿En qué sentido lo complica? Pues que empieza la lucha por el poder, porque sale uno, el que era cabecilla, y salen varios que quieren ser cabeza y sube la delincuencia y suben las muertes, entonces esto no se limpia tan fácilmente”, indicó.
Urge una acción integral para terminar con la delincuencia
¿Se requiere una acción integral que pueda implementarse en toda la región para terminar con esta fuerza que han adquirido esos grupos criminales?
Claro, una acción integral y muy definida y muy decidida de parte de los tres niveles de gobierno, porque ahí piensa uno cuántas complicidades no puede haber en esta situaciones que son las que mantienen las impunidades, las injusticias, las muertes, las desapariciones, porque si matan a alguien no se le persigue al que mató o tardan mucho en detenerlo y yo siento a veces que de veras quelas impunidades se pasean tranquilamente, la impunidad se pasea tranquilamente por la Sierra.
Yo como presidente de una Comisión de Derechos Humanos hago señalamientos constantes de zonas en donde hay muchos enfrentamientos, hay desplazamientos y claro se hacen algunos operativos de parte de las autoridades, pero así no se va a solucionar el conflicto, es como dar un poquito de aspirina para los dolores de cabeza, porque no se quita el mal de fondo, se va y se acude a resolver los efectos, no las causas.
Estas son las enseñanzas que nos dejó el asesinato de los padres jesuitas
A dos años de estos lamentables hechos, ¿qué enseñanzas nos deja este asesinato?
Fue un toque a la conciencia de muchos ciudadanos. En primer lugar para nosotros como jesuitas ha sido como un Kairós, es un tiempo de Dios en nuestras vidas, en las que despierta muchas conciencias y a nosotros como jesuitas nos ratifica la misión que tenemos de caminar con el pueblo hasta dar la vida por ellos.
Ese hecho ha generado mucha conciencia, se han desatado varias acciones, los procesos de paz, del diálogo de paz que se ha dado a nivel nacional, observatorios, conversatorios, reuniones, el documento que salió sobre los caminos de paz, que se le pidió a las candidatas y al candidato a la presidencia en su momento que firmaran.
Creo que se generó una conciencia muy fuerte, se despertó, en muchos ciudadanos del país esa urgencia y esa necesidad que tenemos de trabajar como sociedad civil. Ya no podemos dejar toda la responsabilidad a las autoridades, porque ya sabemos cómo nos va, nos va muy mal. Tenemos como sociedad que meternos a ocupar más nuestro espacio en el caminar de nuestro país
“Si yo callara, las piedras gritarían; no podemos callar”
Con casi 50 años de vivir en la Sierra de Chihuahua, el padre Javier Ávila señaló que debido a su activismo en favor de los derechos humanos de las comunidades indígenas y sus constantes denuncias en contra de los grupos armados ha sido víctima de una serie de acciones de hostigamiento y de amenazas de muerte, por lo que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos le concedió medidas cautelares para que se resguardar su seguridad e integridad física.
“Hace tiempo ya cuento con medidas cautelares consideradas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y en la actualidad, después de la muerte de Joaquín, de Javier, de Pedro y de Paul, también formó parte del mecanismo de atención a defensores de derechos humanos y periodistas, porque sí he pasado situaciones difíciles y amenazas de hostigamientos. A veces me dicen que ya no haga tantas declaraciones, que me calle. Si yo callara las piedras gritarían. No podemos callar”, apuntó.
¿Cuántos elementos de seguridad tiene usted padre y cómo es vivir con estas medidas?
“Yo tengo un elemento del Estado de la Policía de Ministerial y dos elementos de la Federación. Debo confesarlo, que es muy pesado. Por una parte, la misma gente del pueblo me dice: ‘padre, qué gusto nos da saber que esa gente lo están acompañando porque su vida peligra mucho’; por otra parte coarta mucho la libertad de uno, usted puede entender, no se mueve uno tan tranquilamente, porque por donde quiera los traigo.
“Acepto mi realidad, la manejo, pero para ponerla al servicio de la gente y poderme desplazar con más tranquilidad personal buscando la paz, la tranquilidad, exigiendo justicia y gritando lo que debo de gritar”, concluyó el también Vicario de la parroquia de Cristo Rey ubicada en la población de Creel.